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Fútbol Histórico: Ben Barek, aquel al que “O Rei” nombró Dios del fútbol

Momento de recordar a Larbi Ben Barek, la gran leyenda del Atlético de Madrid, pero desconocido por muchos actualmente.

Cuando se pregunta en general sobre quien es el mejor futbolista que se haya visto nunca en el fútbol, la respuestas más comunes suelen ser las de Diego Armando Maradona, Pelé, Johan Cruijff o Alfredo Di Stéfano, entre muchos otros. En cambio, cuando se le pregunta a los colchoneros más veteranos, es fácil encontrar entre sus elegidos el nombre de Larbi Ben Barek. Para ellos, el atacante marroquí está no solo por encima de cualquier otro que haya vestido la rojiblanca, sino también de muchos mitos del deporte más reconocibles por la afición contemporánea. Se trata de toda una leyenda del balompié olvidada por el público, pero cuyo legado sigue siendo reivindicado por el sector más joven del equipo madrileño a través de un relato que pasa de padres a hijos, y de abuelos a nietos.

Una de las mejores imágenes que quedan de Ben Barek. Fuente: Pinterest

Nacido en Casablanca (Marruecos) un día 16 de junio de un día que aún a día de hoy es una incógnita (los hay quienes lo indican desde 1914 hasta 1917) desde muy joven tuvo que compaginar el trabajo debido a la pérdida de su padre con su afición por el balón. Su primera oportunidad llegó en 1934, cuando comenzó a jugar para el Idéal Casablanca, equipo de su ciudad perteneciente a la Segunda División. Allí, el por aquel entonces joven Ben Barek pasó de jugar descalzo a hacerlo con zapatillas, a diferencia de sus compañeros, que lo hacían con botas. Sin embargo, no fue impedimento para que su talento pronto hiciese eco en el país, puesto que un año después, fue traspasado al U.S. Marocaine, con quien logró saborear la victoria por primera vez al proclamarse campeón de su liga.

La carrera de Larby comenzaba a catapultarse, lo que le valió para dar el salto a Europa. Más concretamente, su destino fue el Olympique Marseille. No obstante, la irrupción de la II Guerra Mundial dio freno a un Ben Barek que tuvo que regresar a su país, aunque no para siempre. En 1945, la leyenda de los banquillos de nombre Helenio Herrera (con quien coincidiría años después en Madrid) se enamoró del delantero marroquí, por lo que se lo llevó de vuelta al país francés, aunque esta vez al Stade Français.

Tres años después, siendo futbolista del previamente citado conjunto galo, Ben Barek no desaprovechó la oportunidad de demostrar su valía ante todo un Atlético de Madrid. Aquello sucedió un 6 de mayo de 1948. Un fenómeno de nacionalidad marroquí encandiló al Metropolitano por medio de una exhibición sin precedentes en España. Su habilidad con el balón, agilidad y desparpajo no dejó a nadie indiferente, ni siquiera a uno de los directivos, quien en pleno partido alzó la voz, dejando claro que ese tipo tenía que vestir de rojiblanco.

Ben Barek, ya como jugador del Atlético de Madrid. Fuente: bdfutbol.com

Con previo pago de 17 millones de francos, la hinchada consiguió lo que quería. Con él, llegó su compañero de equipo el guardameta Marcel Domingo. Sus 31 años (como mínimo, recordando el apunte respecto a su edad) no fueron impedimento, y su trayectoria lo demostró. Su primera temporada la finalizó con seis goles en 18 partidos.

A pesar de ello, ya era la estrella del equipo. Un año después, la llegada de Henry Carlsson terminó de completar la que pasó a la historia como la delantera de seda, formada por, además de los propios Carlsson y Ben Barek, por José Juncosa, Adrián Escudero y José Luis Pérez-Paya. Con Helenio Herrera en el banquillo y un Ben Barek desatado, el equipo rojiblanco logró el título de liga que un año antes se le escapó por poco en una preciosa lucha junto a Valencia, Real Madrid y Barcelona con premio final para los azulgranas. Esta vez, los once goles del que ya era conocido como la perla negra no cayeron en saco roto, al igual que la siguiente temporada que, con catorce goles, contribuyó providencialmente en la reválida del que fue el cuarto título de liga en las vitrinas del Metropolitano.

Los años no pasaron en balde y, después de otras tres temporadas en las que consiguió aumentar el palmarés de su equipo con la consecución de la copa Eva Duarte, finalizada la temporada 1953/1954 con cuatro goles en nueve jornadas, con su equipo finalizando el año en la undécima posición, el Metropolitano tuvo que decir adiós al mejor jugador que posiblemente vio hasta la fecha, y para muchos jamás visto defendiendo el escudo colchonero. Lo hacía con un palmarés de dos ligas (1949/1950 y 1950/1951) y una copa Eva Duarte (1951/1952) a sus espaldas, además de la cifra de 58 goles ligueros en seis temporadas.

Ben Barek trata de dominar el esférico. Fuente: es.wikipedia.org

Su siguiente destino fue de nuevo el Olympique Marseille , donde permaneció una temporada, la que fue su última en Europa antes de volver al continente africano (Union Sportive Bel-Abbesienne en Argelia, Stade Marocain y Fath Union Sport de Rabat en Marruecos), donde acabó colgando las botas en 1957 para convertirse en el seleccionador de Marruecos. A nivel de selecciones, con 17 internacionalidades en las que anotó tres goles, es aún a día de hoy el futbolista que ha sido internacional durante mayor tiempo con la selección de Francia, desde que debutó en 1938 hasta su última presencia en 1954. También lo hizo con la marroquí, aunque por aquel entonces la selección africana tan solo podía disputar amistosos.

La vida de Ben Barek se apagó el 16 de septiembre de 1992, mientras que su Atleti aún saboreaba la Copa del Rey obtenida ese mismo año, aunque sin tiempo a verles tocar el cielo tres años después con el doblete, u ocho años después el hundimiento del equipo a segunda división, por no hablar del nacimiento del cholismo. Lo hizo además, dejando huérfana a aquella generación que asistía y llenaba el Metropolitano para ver las exquisiteces de la perla.

Ben Barek, en sus últimos días con la zamarra rojiblanca. Fuente: marca.com

La leyenda de Ben Barek, aquella de la que los aficionados más mayores del Atlético de Madrid recuerdan con emoción cuando sus hijos o nietos les preguntaban sobre quien es aquel que cita Joaquín Sabina en su himno después de Zapatones de Hortaleza (Luis Aragonés) y antes de Caminero. Del mismo modo con el que los veteranos madridistas recuerdan a Di Stéfano o Puskás, o los barcelonistas a Kubala, solo que con una diferencia. Ben Barek llegó antes que todos ellos.

Cambió la percepción del fútbol en España, con un estilo innovador, atractivo. Hábil tanto con la pierna derecha como con la izquierda, con un disparo de lo más potente, sin ser un delantero nato alcanzó una suma de goles de lo más que aceptable. Son muchas las tardes para el recuerdo que dejó, como sus dos goles en la victoria a domicilio por 3-6 al Real Madrid, o la del 4-4 al Valencia en la última jornada de la temporada 1949/1950, que acabó valiendo una liga. Quienes le vieron coinciden en que no es ninguna locura clasificarle entre los mejores de la historia. Y es que no lo dijo cualquiera, lo dijo Pelé:

“Si yo soy el rey del fútbol, Ben Barek es Dios”.

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