El joven uruguayo ha enamorado más aún al madridismo al expulsarse para salvar a su equipo de una derrota casi segura.
Rondaba el minuto 115 cuando Morata aprovechó un error de Carvajal para quedarse solo ante Courtois. Era todo o nada, la Supercopa estaba en los pies del delantero colchonero. Pero cuando todo parecía un duelo entre él y el portero, apareció como un relámpago Fede Valverde con una segada por detrás para cortar la jugada de una manera drástica, pero efectiva. Una entrada durísima, roja de libro. Nadie lo sabía aún, pero el uruguayo acababa de darle el título al Real Madrid.
La mayoría piensa que el joven centrocampista hizo lo que tenía que hacer, mientras que otros piensan que fue una acción antideportiva. Mi opinión es que, como bien decía el sabio de Hortaleza, “ganar, ganar, ganar y volver a ganar y ganar, eso es el fútbol”. En este deporte lo que vale es vencer, nadie se acuerda nunca del segundo. Valverde ha hecho lo que ya no muchos se atreven a hacer, sacrificarse por el bien del equipo en una situación que era a vida o muerte. Es una jugada tan antigua como el propio fútbol, a un jugador que se va solo contra el portero en un partido como este, hay que hacerle falta sea como sea. Así pensaba Simeone cuando le dio una palmadita al bueno de Fede mientras se iba camino de los vestuarios. El Cholo habría hecho lo mismo por su Atleti.
Como bien dijo Zidane, “es una falta grosera” pero desde el punto de vista táctico era completamente necesaria. De hecho, el propio Valverde demostró su buena voluntad y se disculpó con Morata en la rueda de prensa que dio como el MVP de la final de la Supercopa. Este reconocimiento no es nada descabellado a mi parecer. Mi opinión es que el mejor de la final fue Modric. Sin embargo, dejando a un lado su entrada, el joven uruguayo se marcó un partidazo como ya viene siendo costumbre y se lo merecía tanto como el croata.