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A las puertas del olimpo

9:00 de la mañana. Donostia amanece como cada día, llena de charcos, de atascos y de gente andando en bicicleta. El tiempo no acompaña esta semana. Sin embargo, el ambiente es diferente. Las ojeras de la mayoría de nosotros nos delatan. Llevamos casi 21 días con una cuenta atrás que está por volvernos locos a todos. Pero esa cuenta atrás acaba hoy, 4 de marzo, a las 21:00 de la noche, en una localidad del norte de Burgos. La Real vuelve a jugar unas semifinales de Copa 6 años después de las últimas, en las que cayó contra el Barcelona. El partido más importante de la historia reciente de la Real. Normal que no podamos dormir.

32 años sin jugar una final es mucho tiempo. Tanto, que la mayoría de nosotros el único título que hemos visto levantar es el torneo de verano del Real Unión. 32 años en los que la Real ha pasado por lo impasable. Desde rozar con la yema de los dedos la gloria en 2003, hasta verse casi en la desaparición 5 años mas tarde. Muchas tardes infames hemos pasado los que nos hicimos de este equipo en sus peores días. Crecimos viendo a equipos como el Villarreal B, el Poli Ejido, el Racing de Ferrol o el Granada 74 venir a nuestro campo y darnos un repaso. Soñar con esto era impensable. Y de hecho, apenas unas horas antes del partido, se me sigue haciendo una quimera pensar que estamos aquí. Pero me pellizco y es real. Es la Real.

Todos los que sentimos estos colores sabemos lo que nos jugamos hoy. Es para muchos (a excepción de una posible final) el partido de nuestras vidas. Muchos han optado por no ver el partido, irse a algún monte cercano a dar un paseo nocturno y volver ya con el partido acabado para ahorrarse el mal trago. La mayoría, como yo, prefiere sufrir ante el televisor y ver el partido al pie del cañón, para morir o tocar la gloria como guerreros. Si en el Bernabéu perdimos años de vida con tantos nervios, hoy podemos perder décadas. Alguno no va a llegar a las 21:00 con vida.

No seremos el mejor equipo del mundo, igual seremos diferentes. Quizás tampoco tengamos el mejor estadio del mundo. Ni la mejor afición del mundo. Tampoco tendremos una filosofía única. Pero somos nosotros mismos, con orgullo, queriendo nuestros colores como nadie. Cuando juega la Real, jugamos todos, hasta a quien no le gusta el fútbol pregunta como loco como han quedado. Donostia entera está con vosotros. Guipúzcoa entera lo está. No se como acabará el partido de esta noche, pero una cosa tenemos clara: gracias por ser nuestro amparo y nuestra luz, nuestra ilusión en los fines de semana, y la forma más dulce de perder los nervios. Ganéis o perdáis sois nuestros dioses a los que adoramos en las buenas y en las malas. Pero en vuestra mano está entrar al olimpo.

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