Tras tantas temporadas quedándose a las puertas del ascenso, el Girona había logrado llegar a la Primera División. El día del debut sería una fiesta en Montilivi, que presenciaría a los suyos frente a todo un Atlético de Madrid.
Había llegado el día. Tantas temporadas soñando con llegar a la élite, en muchas de ellas lo tuvieron delante de sus narices, pero no siempre se consigue lo que se quiere, aunque aquel día sí. Tras una 2016/17 de muchas emociones, se había conseguido ascender a través de la segunda plaza, gracias a un empate en casa ante el Zaragoza. Y allí estaban, dos meses y medio después, debutando en Primera contra un grande de Europa como el Atlético de Madrid.
Un debut soñado
En Montilivi no cabía ni un alfiler, todo el estadio lleno para un día tan especial como aquel. Comenzó el partido y la gente aún no se creía lo que veía cuando al minuto 22′, un centro desde la banda izquierda que salió de las botas de Granell llegó a la cabeza de Stuani y este anotó para desatar la locura en Girona.
La alegría de los aficionados gerundenses parecía haber llegado a su más álgido punto, pero Stuani lo negó, ya que tres minutos después, tras una pelota muerta dentro del área atlética, el charrúa cabezeó de nuevo al fondo de la red para poner el 2-0 en un partido que parecía haber salido de una novela de ficción.
Tras la media parte, al minuto 67′, Griezmann fue expulsado por doble amarilla tras simular un penalti. Las cosas parecían no poder salirle mejor a un Girona que podía lograr su primera victoria de su historia en la élite, pero se aguó la fiesta. Al minuto 78′, y tras una conducción de escándalo, Correa afusiló a Iraizoz y puso el miedo en el cuerpo de los de Montiivi. Seguía habiendo confianza en el equipo pero siete minutos después Giménez se adelantó a Gorka en una jugada a balón parado y puso un empate en un marcador que no se movería hasta el pitido final.