El mítico mediapunta rojiblanco desarrolló toda su carrera futbolística en Bilbao, en su equipo del alma.
Julen es uno de esos jugadores especiales. De esos que se enamoran de pequeño de un club y cuando alcanzan a jugar en él no se quieren despertar, no lo dejan ir. Fue uno de esos jugadores únicos apodados ‘one club man’. Un futbolista que no quiso irse del Athletic Club una vez hecho su debut profesional con los leones.
Nació en Portugalete, Vizcaya, en 1974. Desde muy pequeño ya estuvo vinculado al club vasco, con apenas 8 años ya era un león cachorro. Con los años el pequeño Julen fue creciendo y mejorando, destacando en cada categoría por la que pasaba, hasta que en 1992 le llegó la oportunidad. Aquel año el alemán Jupp Heynckes lo llamó para formar parte de la plantilla principal.
Comienzos muy dulces
Para entonces Guerrero ya era una perla abriéndose paso por el panorama futbolístico español, así lo demostró en su primera campaña. Debutó oficialmente el 6 de septiembre del mismo año en la victoria por 2-1 en casa ante el Cádiz y sólo dos semanas más tarde sumó su primer gol al casillero personal contra el Rayo Vallecano. Sus primeras jornadas como profesional solo fueron un avance de lo que le esperaba a San Mamés durante las próximas 14 temporadas.
Aquella primera temporada fue excepcional para él. Jugó un total de 37 encuentros en los que convirtió 10 goles, y acabó siendo elegido mejor jugador revelación de la competición liguera. Toda una sensación. Tal fue la explosión que en enero de 1993 fue llamado por Javier Clemente para debutar con la selección española.
En su segunda campaña con la elástica bilbaína alcanzó los 21 goles en 40 partidos entre Liga y Copa, lo que acabó siendo su registro más alto al cabo de su periodo como futbolista. Su presencia era más que vital para entonces en el campo, daba un salto de calidad impresionante al equipo, y se ganó el respeto de su ‘Catedral’. Mantuvo aquel gran nivel durante 8 temporadas, hasta la 1999/00. Pero con apenas 26 años de edad Luis Fernández lo relegó a la suplencia en algunos partidos, lo que minó su moral y encendió una intermitencia en él que se apagó jamás.
Tristemente cuesta abajo
A partir del cambio de siglo Julen perdió mucho protagonismo en el equipo, sobre todo una vez llegado el 2002, cuando se cayó de una gran parte de las convocatorias. Protagonizó poquísimos partidos, menos aún arrancando el partido en el césped. Aunque fue partícipe de grandes remontadas y actuaciones no se ganó la confianza de los entrenadores a su cargo.
En julio de 2006 Julen dio por finalizada su carrera, quizás con una sabor de boca por la manera en la que se fue y por no levantar ningún título aun siendo capitán desde 1995 hasta el día de su retirada. Su máximo logro fue un subcampeonato en 1994.
A nivel de selecciones llegó a participar en 41 internacionalidades, en las que anotó 13 goles con la camiseta de España. Participó en las Copas Mundiales de 1994 y 1998 y en la Eurocopa de 1996, sin demasiado éxito en ninguno de los tres torneos.
Era un jugador excepcional. Ambidiestro, con un golpeo único. En sus primeros compases se caracterizaba por ser la pesadilla en al uno contra uno, ya que era muy ágil y sabía sortear a los rivales con gran facilidad. Sin embargo, con el paso de los años ese gambeteo fue apagándose y se descubrió en él una faceta más conservadora. Eso sí, su forma de ejecutar los tiros libres y de pegarle al balón jamás varió.
Para el recuerdo quedan sus goles y su carisma sobre el césped del antiguo San Mamés y, cómo no, su gol a un jovencísimo Iker Casillas que debutaba bajo los tres palos, el primer gol que encajó el ‘Santo’ como profesional. La sombra del ‘Rey León’ permanecerá eternamente en el estadio del Athletic como una de las mejores de su historia.