Iraia Iturregi, la eterna capitana

Iraia Iturregi marcó una época como jugadora en el Athletic, y ahora aspira a hacerlo como entrenadora

Tarea difícil, si no imposible pensar en el Athletic Club femenino, en las leonas, y no hacerlo en Iraia Iturregi. No en vano, se trata de una de las componentes del primer Athletic Club femenino, al que vió desde nacer hasta tocar el cielo. Sin embargo, en un mundo que a día de hoy se continúa empedrando en exceso el camino a las mujeres que aspiran a llegar a ser profesionales, su llegada a Lezama no fue nunca sencilla.

Nacida en el mismo Bilbao (24 de abril de 1985), encontró en el CD Sondika la manera de divertirse con el balón más allá de los recreos, con 12 años. Tres años después, debido a la creación del EFT Leioa, la mayoría de las integrantes del club vizcaíno, entre ellas Iraia, pasaron a formar parte del nuevo plantel. Con el Leioa, logró el ascenso a la Primera División. En el mismo año del ascenso, en 2002, el Leioa fue absorbido por el Athletic Club, fundándose el equipo femenino rojiblanco. Nuevamente, la plantilla lejonense se trasladó hasta Lezama para convertirse en leonas, nuevamente siendo Iturregi una de ellas.

Los triunfos no tardaron en llegar. En la misma campaña del debut en la categoría (2002/2003), las leonas consiguieron la primera de las Ligas que estarían por llegar, repitiendo la hazaña en las dos temporadas siguientes. En todas ellas con la presencia incontestable de la jugadora nacida en Bilbao.

Sin embargo, una beca en EEUU le impidió disfrutar de primera mano de la cuarta liga. Durante ese periodo, su actividad se mantuvo vigente de la mano del Florida State University.

Por otro lado, al éxito cosechado a nivel de clubes se le sumó el campeonato europeo obtenido en 2004 con la selección española, portando el brazalete de capitana. Comenzaba a destaparse como una de las sensaciones del fútbol femenino. En octubre de ese mismo año, jugó el primero de los once encuentros que disputó con la absoluta.

A pesar de que su estancia en el extranjero estaba planificada para dos años, antes de que se cumpliese decidió volver para la temporada 2007/2008. Echaba de menos su casa, la que tantas alegrías y tantos éxitos le había dado con tan solo 22 primaveras. Por aquel entonces comenzaron a surgir equipos de lo más competitivos, que comenzaban a apostar por el balompié femenino. Aunque este fenómeno disminuyó los éxitos, las leonas aún tuvieron tiempo de salir campeonas ligueras una vez más en la temporada 2015/2016. A ello, hay que sumarle los subcampeonatos en las 2011/2012, 2012/2013 y 2013/2014 en el torneo doméstico y en 2012 y 2014 en la Copa de la Reina.

Al igual que en su primera etapa, en esta segunda aventura con las leonas su contribución continuó siendo más que notable, esta vez con el brazalete. Su potencia, garra y entrega le hicieron ganarse el merecimiento a semejante responsabilidad y el respeto de todo un vestuario. A pesar de sus 1,65 m de altura, veían en ella a la verdadera líder que precisa cualquier equipo de élite.

A medida que fue cumpliendo años, su posición de extrema se fue retrasando hasta el lateral, donde acabó jugando hasta su retiro en 2017. Tras concluir la competición, la reina de las leonas comunicó su retiro del fútbol. Atrás quedaban cuatro ligas y la cifra de 400 partidos jugados con el Athletic Club, cifra solo superada por Eli Ibarra.

Dos años después, en verano del 2019 se anunció que sería la encargada de dirigir al filial femenino. Meses después, los números han demostrado que la decisión por parte de la directiva no pudo ser mejor. Iturregi ha demostrado ser una experta no solo en la práctica, llevando a sus cachorras a liderar la Segunda División tras 22 jornadas. Además, ha de valorarse doblemente este mérito teniendo en cuenta las limitaciones que tuvo. Las múltiples bajas del primer equipo, que derivaron en la ausencia de varias de sus jugadoras más importantes por varias fechas.

Del mismo modo, se debe valorar debidamente su figura como una de las primeras estrellas del fútbol femenino. Siempre demostró estar a la altura de su dorsal nº 10. De una futbolista que de niña no tuvo la oportunidad de acceder a referentes en los que fijarse. Veinte años más tarde, se ha convertido en el espejo en el que mirarse para miles de niñas que, como Iraia, anhelan con triunfar en un deporte no solo de ellos.