El Inter de Milán juntó en sus filas a tres futuros campeones del mundo alemanes, justo en la transición de década para el club
La década de los 80 fue dura para el lado nerazzurri de Lombardía. 10 años de sequía en las vitrinas del Giusseppe Meazza -que no del San Siro-, en los que una liga en 1980 no fue suficiente para saciar a sus aficionados. Tuvieron que lidiar con los buenos momentos de su vecino milanés y de la ‘Vecchia Signora’, que dominaban Italia.
Al igual que en la próxima década, en la que el Calcio alcanzó su máxima expresión como competición nacional, Juventus y Milan fueron dueños y señores de las competiciones domésticas. Sin embargo, el Internazionale Milano, ya con el exitoso y experimentado entrenador Giovanni Trapattoni en el banquillo, logró crear un pequeño paréntesis en ese pulso entre los dos grandes del momento. Lo hizo de la mano de la industria alemana.
Revolución
En 1988 suenan con fuerza los fichajes de Lothar Matthaus y de Andreas Brehme para los nerazzurri. Ambos procedentes desde el Bayern de Múnich, fueron el principio de algo bonito para el club, marcando una gran diferencia anímica, icónica y futbolística. Trapattoni sentía que necesitaba piezas para engrasar su máquina defensiva -su catenaccio es reconocido por toda Italia, lo convirtió en uno de los entrenadores más laureados y admirados del país-, y el club encontró la solución en Bavaria.
Acompañando a jugadores como el arquero Walter Zenga, el zaguero Riccardo Ferri y el talentoso mediocampista Nicola Berti, los alemanes se consolidaron rápido en el equipo y llevaron al grupo hacia el Scudetto, tras 9 años. Fue un año fantástico, logrando levantar el título liguero de nuevo, dejando atrás una década nefasta, y alzándose también con su primera Supercopa.
La temporada siguiente traería el cambio definitivo. Con la intención de tener algo de dinamita arriba, el club adquirió los servicios de Jürgen Klinsmann. Jürgen era un ariete con muchísima personalidad y talento, que supo ganarse el respeto del país desde el momento en que pisó tierras transalpinas. Aquella temporada quedó en blanco en cuanto a títulos, pero el desempeño del equipo fue bueno, e Italia supo recompensar a estos tres ilustres alemanes lo que ellos habían aportado a fútbol nacional.
Consagración y cúspide
En 1990 Alemania ganó la Copa Mundial celebrada en ‘la bota’, teniendo como tres figuras absolutamente claves a Matthaus, Brehme y Klinsmann. Fue su consagración como futbolistas, marcando la diferencia para una selección que venía mereciendo su tercer trofeo internacional hacía años. Destacar la actuación de un inapelable Lothar, quien gracias a su aportación en Italia y su espléndido Mundial ganó el Balón de Oro.
A nivel de clubes alcanzaron la cima con su club esa misma temporada. Tras un año sin pena ni gloria en su propio país, demostraron ser una de las mayores potencias del continente. Aquella temporada el Inter inauguró su casillero en la Copa de la UEFA, lo que hoy en día se conoce como UEFA Europa League.
Por entonces ganar esta competición era mucho más meritorio que ahora, ya que la Copa de Europa era un torneo exclusivo para los campeones de las principales ligas del viejo continente. El Inter, segundo en el Calcio la temporada anterior, logró levantar el trofeo ante la AS Roma en su propio estadio, uno de los más duros golpes en la historia romana.
Cierre a una era
Este título continental cerró una época presumible para el Inter de Milan. En 1992, tras un año en blanco, los tres futbolistas alemanes dejaron huérfano a un Inter que no supo rehacerse tras su marcha. No consiguieron rearmar la squadra, y la década de los 90 fue igualmente dominada por Milan y Juventus.
Quizás a nivel de títulos no fue tan impresionante como el palmarés de otros clubes de la época, pero a nivel icónico este Inter siempre será recordado como el Inter más alemán, el que devolvió al club a lo más alto de Italia y dio un paso de gigante hacia su modernización y posterior éxito.