Hoy se cumplen dos años de la eliminación en los Play-Off del Real Zaragoza frente al CD Numancia
Dos años desde el partido más cruel de la historia reciente del Real Zaragoza. Los blanquillos llegaban como el mejor equipo de la segunda vuelta, llegando a alcanzar el tercer puesto siendo que en diciembre el equipo estaba en descenso. Probablemente, eran el mejor equipo de la categoría. Borja Iglesias y Pombo formaban una dupla difícilmente de parar, más acompañados de los Papu, Eguaras, Guti, Buff, Toquero, etc… y la idea de juego de Natxo González, crearon un equipo casi imparable en liga. Pero claro, en los Play-Offs no vale todo lo anterior, y si no que se lo digan a los zaragocistas.
La ida en Los Pajaritos
Soria y Zaragoza, dos ciudades bien distintas pero con un objetivo común, recobrar la categoría donde más felices fueron. Los numantinos, para sorpresa de todos, entraron a los Play-Off como sexto clasificado en la última jornada de rebote. Tras tantos años sin dar una alegría a su afición que no fuera la permanencia en Segunda, llegaban con una motivación extra.
Por su parte, los blanquillos llegaban como el mejor equipo de la segunda vuelta y con la esperanza de devolver al lugar que le corresponde al Real Zaragoza, porque si en algo no les podían ganar era en ganas, era en ilusión, era en demostrar a la gente de que el Zaragoza había vuelto, y lo hacía para no irse nunca más.
La ida en Los Pajaritos no podía empezar mejor para los zaragocistas. Un golazo de Zapater de falta abría el marcador y la eliminatoria, sin embargo, en la jugada siguiente, el Numancia empataría el marcador con un gol de Guillermo. El encuentro siguió a una intensidad altísima, lo que propiciaba las pérdidas de balón y un juego menos vistoso. El partido acabó en empate, y ahora tocaba jugar la vuelta en La Romareda.
La vuelta en La Romareda, 1º Parte
Horas antes del inicio del partido, ya se notaba que era día de partido grande. Recibimiento, bengalas, banderas y bufandas blanquiazules al vuelo, e ilusión. Sobre todo ilusión por ver que este era el año y que más cerca de Primera no iban a estar.
La primera parte fue algo extraña. Lo que no fue el Real Zaragoza durante todo el año sí que lo fue en esa primera parte. Un equipo conservador, que salió a aguantar el resultado porque el 0-0 le valía. Poco fútbol propuso el mejor equipo de la segunda vuelta.
El Numancia ante esta situación, no dudó en ir a por el partido. Intensidad en el centro del campo, contundencia en defensa y arriba aprovechar las que tuviesen. Un plan que, a la postre, les saldría perfecto. La ilusión que desprendía la afición zaragocista antes del partido, poco a poco fue desapareciendo. Ya no se tenía la misma certeza de que el equipo iba a pasar. El Numancia era mejor, de hecho, hasta tuvo un palo que hizo que los maños reaccionaran y despertaran un poco. Lo mejor de esa primera parte (para el Zaragoza) es que el marcador era de 0-0, pero lo que se venía en la segunda parte…
La vuelta en la Romareda, 2º parte
Algo cambió durante el descanso. El Real Zaragoza esta vez sí que salió a por el partido y sí que demostró ser un equipo que buscaba el ascenso. El juego era mucho más fluido. Eguaras, Febas, Zapater, Papu y Borja pusieron la directa. El Numancia seguía con el mismo planteamiento, pero esta vez, los jugadores zaragocistas empezaron a jugar de verdad. Desplazamientos en largo precisos, combinaciones a gran velocidad, movilidad. Ahora el Zaragoza sí que era el Zaragoza. La Romareda lo apreció, y animó como hacía mucho que no se veía. Afición y equipo eran uno.
Ocasiones al Zaragoza no le faltaron. Zapater, Papu en numerosas ocasiones, Borja Iglesias y Toquero tuvieron las más claras. Algunas a puerta vacía, otras delante del portero, de todos los colores. El Numancia no podía defender a los blanquillos. Eran incapaces de hacer frente a un Zaragoza que atacaba por todos los lugares de todas las formas posibles. Por banda con Lasure y Alberto Benito, por dentro con Papu y Borja Iglesias, a través de centros y contraataques… El Numancia era como un paciente en estado crítico, le quedaba poca vida en La Romareda y tarde o temprano, el Zaragoza acabaría marcando.
Pero, entonces surgió la figura de Aitor Fernández, que detuvo todo lo que le llegó y mantuvo con vida a los sorianos. Así pues, en una contra, Guillermo batía a Cristian Álvarez con un disparo fortísimo desde fuera del área. La Romareda calló y, ahora había que meter dos goles para pasar y evitar la prórroga.
Por si no lo habían hecho ya, los de Natxo González se abalanzaron aún más sobre los numantinos, que resistieron hasta el minuto 78, cuando Mikel González empujaba al fondo de la red un disparo de Borja Iglesias que se quedaba a mitad de camino.
El golpe final
Tras el gol, todo apuntaba a que la eliminatoria se iba a la prórroga. Ambos equipos se mostraban cansados, aunque el Real Zaragoza tenía la energía y la ambición de su gente de conseguir el segundo gol antes del pitido final.
Es así cómo llegó el segundo gol del Numancia. En un córner en contra de los aragoneses, los jugadores blanquillos salieron hacia el campo rival en busca de una contra, pero no fue así, el balón lo siguieron manteniendo los jugadores numantinos. Íñigo Pérez mandaba un centro al punto de penalti, donde Diamanka, sólo, remataba al fondo de la portería.
Ese gol supuso una clasificación histórica para el Numacia y una alegría tremenda para sus aficionados, pero para el Zaragoza y los zaragocistas supuso una bala directa al corazón. Ese gol significaba que el Zaragoza seguiría, por lo menos, un año más en Segunda División, sufriendo, estando en una categoría que no corresponde ni al club ni a sus aficionados.
Y es que, a veces ganar no significa triunfar. A veces, perder no significa fracasar. En algunas ocasiones, la victoria va más allá de un resultado. Ese día, el Real Zaragoza ganó, aunque no lo pareciese. Durante los dos años siguientes, el proyecto y el equipo han ido mejorando y esta temporada, los zaragocistas se encuentran más cerca que nunca de volver al lugar que le corresponde, del que no debió salir nunca. Porque a pesar de que en la última década los zaragocistas han tenido más desgracias que alegrías, ellos nunca se rinden, porque así son, porque así es el Real Zaragoza.