En plena crisis perica, recordamos uno de los episodios más gloriosos de la extensa historia del club ante un Atlético en una situación similar a la de su rival en estos días
Recién iniciado en el mes de agosto, vivimos un tiempo en el que un histórico de LaLiga Santander como el RCD Espanyol vive uno de sus peores momentos, mientras que el Atlético de Madrid sueña con levantar la orejona por primera vez en su historia, a pocos días de reanudarse el nuevo y extraordinario formato de la Champions League. Sin embargo, hubo un tiempo en el que todo era distinto. Concretamente, hace veinte años, las suertes dispares de estos dos históricos de nuestro fútbol se vieron las caras en una de las finales más emblemáticas de la Copa del Rey.
El 27 de mayo del año 2000, periquitos y colchoneros se citaron en Valencia en la lucha por conseguir el ansiado trofeo. Concretamente, en Mestalla. Lo hacían tras dejar fuera del duelo decisivo al Real Madrid y al FC Barcelona en semifinales. Por un lado, los catalanes llegaban con la ilusión de dar fin a una sequía de sesenta años exenta de títulos en el mismo año de su centenario. En la otra cara de la moneda se encontraban los madrileños. Tras tocar el cielo cuatro años atrás conquistando el doblete, una nefasta temporada en el ámbito liguero les había condenado a la Segunda División. En ese contexto, el título copero se presumía como la única opción de sacar algo positivo de un año de lo más negro.
Por parte del equipo albiazul, destacaba la presencia de Mauricio Pocchetino en la zaga, Sergio González en la sala de máquinas o la de un todavía joven Tamudo al frente. En el lado contrario, el técnico rojiblanco Fernando Zambrano contó con un equipo que aún a día de hoy parece mentira que sufriese tal desplome. Entre las figuras que emergían en aquel once, cabe destacar los nombres de Joan Capdevila, Rubén Baraja, Santi Denia, Valerón, Kiko Narváez o Floyd Hasselbaink.
El hecho de jugar una final siempre debe contraer nervios, aunque en este caso la mayor proporción parecía que caerían sobre el tejado rojiblanco. Esto se vio en sus jugadores durante los primeros compases, aunque fue su guardameta Toni Jiménez quien peor salió parado. Cuando el marcador aún no contabilizaba los tres minutos de juego, un despiste del cancerbero indio acabó siendo el que marcaría el encuentro. Tras atajar un centro lateral, el arquero se dispuso a botar tranquilamente el esférico, sin percatarse de la presencia cercana de Raúl Tamudo que, más listo que nadie, entrometió su testa en el camino de vuelta de la pelota a las manos de Toni para adueñarse del mismo, y castigar el error de su rival de la peor manera. Definitivamente, la suerte le había torcido la cara al Atlético de Madrid aquella temporada.
A partir de ahí, el equipo dirigido por Paco Flores optó por guardarse las espaldas, replegándose considerablemente para mantener el valioso 1-0. Esta decisión pudo ser cuestionada. El sistema defensivo rival no pasaba por su mejor momento. Otro golpe más hubiese sentenciado la final antes de tiempo en favor de los pericos. No obstante, los colchoneros no fueron capaces de encontrar las fisuras rivales, con sus hombres de ataque en un estado de lo más gris. Tan solo Valerón pareció creerse la remontada pero, sin sus socios en su mejor momento, el canario terminó disipándose a medida que avanzaba el partido.
En el minuto 76, el optimismo volvió en cierta medida al cuadro rojiblanco. La expulsión por doble amarilla del defensor blanquiazul Nando provocó que los de Zambrana pensasen en dar un paso al frente, con un hombre más. Sin embargo, la alegría se esfumó tan rápido que ni llegó a cuajar. Ocho minutos después, Santi Denia fue expulsado por una dura entrada a Manuel Serrano y una fea acción posterior en la que cayó en la provocación de un rival, desplazándolo al suelo. Acto seguido, los pericos golpearon de nuevo.
Esta vez fue Sergio González. Luego de arrebatarle la posesión a la defensa rojiblanca, se sacó un increíble disparo desde la frontal que se coló por la escuadra izquierda de Toni.
El partido quedaba prácticamente sentenciado. Además, el hecho de jugar diez contra diez perjudicó al Atlético, quedando más expuesto a los ataques rivales sin Denia en sus filas. Al menos, encontraron el consuelo del gol en el minuto 90, con la anotación de Floyd Hasselbaink, haciendo el 2-1.
Cristóbal Parralo y Kiko Narváez pugnan por el balón. Fuente: rtve.es
No obstante, el gol del neerlandés acabó sirviendo de poco, ya que instantes después, con el pitido final, el RCD Espanyol se proclamó campeón de la Copa del Rey 1999/2000. Se ponía fin a una dinámica negra de 60 años sin conseguir levantar un trofeo. Al otro lado quedaba un Atlético de Madrid sin consuelo posible, que certificaba su caída libre. La de un equipo que solo ocho años antes había silenciado el Bernabéu arrebatándole en su campo este mismo trofeo a su máximo rival, y que cuatro después levantó la Liga y la Copa, jugaría el siguiente curso en la segunda categoría de España. Además, cayendo en una final de manera muy dolorosa, con un error que aún a día de hoy le recuerdan al bueno de Toni.