La selección vasca afrontará el 16 de noviembre un nuevo amistoso ante Costa Rica no exenta de polémica
Cuando hablamos de la Euskal Selekzioa, nos referimos a un equipo capaz de competir. Sí, sólamente competir. Y que podría hacerlo de manera oficial, en competiciones de la talla de una Eurocopa o en la misma Nations League. Sin embargo, es bien sabido que el combinado vasco nunca ha tenido la suerte de enfrentarse a los mejores, en los mejores torneos o en medianamente buenas condiciones.
Quien no haya seguido la trayectoria de esta selección quizás se extrañe al leer estas líneas. ¿Cómo pretende competir una comunidad autónoma? Es lógico tender a pensar que si el deseo de dicha selección fuera concedido, existiría cierto remordimiento por parte de otras comunidades. Las cuales también han mostrado históricamente ese sentimiento de pertenencia, el de pertenecer a una nación. Y competir como tal.
Por lo tanto, este conflicto se debe más a hechos políticos que al nivel futbolístico que puede ofrecer. Ni hace falta mencionar los innumerables jugadores de alto voltaje con los que podría contar esta selección. Podría confeccionar una plantilla de garantías. Y es aquí donde introduzco un matiz, porque actualmente esa posibilidad se ve minimizada. La esperanza de formar un grupo capacitado para ganar se ve condicionada por varios factores.
En este caso, la pandemia del COVID ha golpeado duramente al fútbol en general. Primer condicionante. Pero dejando de lado el dichoso virus, el rumbo de la Euskal Selekzioa es cuanto menos indefinido. Comenzando por una Federación vasca incapaz de transmitir ese ansia de oficialidad, esas ganas de querer formar un proyecto y alzarlo a la élite del fútbol. Promesas que no se cumplen, sí.
Aún más importante, y que en estas últimas fechas ha estado en el punto de mira del aficionado vasco: parece que esta organización se ha olvidado por un momento de quién ha sido el impulsor, ese que no ha faltado nunca para sostener un “proyecto” que se desmorona por momentos. Dónde quedan los aficionados cuando se trata de tomar decisiones.
Por otro lado, con Javier Clemente en el banquillo, la polémica está servida. Un técnico que se posiciona y evidencia así su favoritismo hacia uno de los cinco equipos vascos de la Liga, ni hace falta mencionarlo, quizás no sea lo más favorable de cara a hacer grupo. Tampoco ayuda el tener que limitarse a hacer una convocatoria al año, cuando los parones de selecciones hoy en día son casi mensuales.
Además, debemos añadir uno de los pesos más grandes con los que viene cargando la selección vasca, que es la de lidiar con jugadores convocados por la española. Ante la llamada de “La Roja“, los elegidos por Luis Enrique, que serían de lo más destacado en el equipo de Clemente, no pueden rechazar la llamada del seleccionador español. O así lo han demostrado durante los últimos años. Una potencia a nivel mundial, que ha cosechado uno de los mayores hitos del fútbol contemporáneo se lleva a los Oyarzabal, Iñigo Martínez o Merino. La verdad es que tener la oportunidad de disputar un Mundial o una Eurocopa y aspirar a ganarla, es uno de los objetivos más buscados de un futbolista. Pero, ¿qué sucedería si tuvieran el derecho a hacerlo con su propia selección?
Esa grieta en el camino que separa al combinado vasco de la oficialidad, ha sido estrechado por una sociedad vasca que ha demostrado siempre el afán por lograr su objetivo. Acciones que han servido para seguir dando pasos hacia un futuro mejor. No obstante, mientras las dos fuerzas a las que puede agarrarse el aficionado no vayan de la mano, será complicado avanzar. Es decir, una organización decidida a apostar firmemente y una afición comprometida.