El jueves 12 de mayo se certificó el descenso del Levante a segunda división
La jornada 36 ejerció de verdugo ante el cuadro de Alessio Lisci, con un cruel y contundente 6-0 en el feudo merengue. Después de 189 partidos, el conjunto granota regresa a la Liga Smartbank. Sin duda, es de los momentos más tristes para el levantinismo de la última década, y las lágrimas de Morales son consecuencia de ello. Con el paso del tiempo, el Levante se había convertido en un habitual en primera división, en un rival usual de los grandes equipos, en un equipo acostumbrado a las grandes noches de fútbol en el Ciutat de València.
Cómo no recordar aquel sempiterno 5-4 contra un FC Barcelona que estaba invicto, el 1-0 contra el Villarreal en cuartos de final de Copa que devolvía al decano de Valencia a una semifinal de Copa —por segunda vez en la historia, la otra fue en 1935—, el 0-3 y el 4-0 al ‘EuroBetis’ con un Campaña y un Morales intratables, la remontada al Barça en 10 minutos que acabó con victoria 3-1, el 1-0 al Madrid con gol del ‘Comandante’…
Todos esos momentos que quedaron en la retina de los aficionados azulgranas serán eternos, y se conservaran en el tiempo. Sin embargo, la situación ahora mismo evoca a pensar en el futuro más próximo. ¿Cómo se gestionará la plantilla? ¿Quién debe quedarse? ¿Miñambres conseguirá retener a los pesos pesados?
¿Y ahora qué?
En cuanto a quién debe quedarse, y después de una campaña tan desastrosa, la afición granota tiene muy claro quién quiere que les represente en el verde y quién no. El encuentro frente al Real Madrid, sobre todo tras el pitido final, sirvió, una vez más, para cerciorarse de quién siente los colores. Antes del encuentro se podía hacer una lista de pocos nombres de los que sienten el escudo y, tras consumarse el descenso, las lágrimas y los sollozos no brotaron de ninguno más de los que se esperaba.
Morales, Pepelu, Roger Martí, Son… son algunos de los jugadores que deben permanecer en el Levante y tienen que devolver al elenco levantinista a la élite de nuevo. Algunos de los jugadores parecían que acababan de finalizar un partido insustancial, otros agradecían el apoyo de la afición desplazada —probablemente por respeto—, pero eran realmente pocos los que parecían afligidos con lo que acababa de suceder.
Jugadores como Bardhi y Campaña, que en su día eran jugadores muy queridos por la entidad no pareció afectarles demasiado, aunque posteriormente se manifestaron por redes sociales lamentando el descenso y pidiendo perdón. Quizá por sentimiento y cariño al Levante, quizá por la rabia que debe suponer perder una categoría con cualquier equipo. No se puede saber con exactitud, pero de cara a la temporada que viene —ya que han asegurado devolver al Levante a primera— se sabrá.
Tras un descenso, sobre todo si es de un equipo con argumentos competitivos de peso como es el Levante, el cuadro descendido es un escaparate magnífico para cualquier conjunto de primera. Felipe Miñambres necesita conseguir que los pesos pesados del equipo continúen para, con mayor probabilidad, ascender el año que viene. Estos jugadores podrían ser los siguientes: Cárdenas, Son, Duarte, Miramón, Pepelu, Roger Martí, Morales y De Frutos. Además de Pubill, Cantero y Saracchi, quienes no son jugadores indispensables pero tienen potencial de sobra.
El proyecto del italiano
Se han barajado opciones para el banquillo de cara a la próxima campaña, pero Alessio Lisci ha demostrado ser el técnico adecuado. Antes de su llegada, el equipo estaba anímicamente muerto. Llegó a estar 27 partidos sin ganar (antes de su llegada, 23), lo que supone la peor racha de la historia de la liga, y no se había ganado en toda la primera vuelta.
Naturalmente, le costó arrancar. De hecho, se llegó a estar a trece de la permanencia cuando únicamente se tenían once puntos, algo prácticamente insalvable. En los 22 partidos que lleva, se han conseguido 25 puntos, y si haces parciales más cortos de tiempo, los resultados cada vez son mejores. Se ha implantado un estilo de juego, el equipo funciona y los resultados llegan.
Ahora mismo, por segunda vez en doce años, el Levante desciende a segunda división, pero con trabajo y una buena gestión, el descenso habrá sido un viaje relámpago al infierno. Con billete de ida a primera, y sin viaje de vuelta.