La derrota contra el Milan en octavos de Champions pone a los «Spurs» contra las cuerdas, eliminados un año más a las primeras de cambio, fuera de la FA Cup y con todas las papeletas para que le arrebaten el cuarto puesto en la Premier League
Cuando hablamos del Tottenham, debemos hacerlo irremediablemente del equipo menos Big Six del Big Six. Y es que ni por grandeza, ni por historia o títulos se le puede comparar con el resto de integrantes de la alta burguesía inglesa. Carecer de relatos victoriosos (especialmente en Europa) te sumerge en una pugna contra tu propio pasado de la que no puedes rehuir salvo que toques metal. Y por unos motivos u otros, los Spurs no levantan un trofeo desde la Carabao Cup de 2007/08.
Desde la salida de Pochettino en 2019, han pasado cuatro entrenadores que juntos no alcanzan al argentino en la duración de su estancia en Londres. La marcha de Pochettino no sólo significó un cambio en el qué, sino en el cómo. El proyecto ha involucionado luego de aquella final perdida ante el Liverpool y es causa y consecuencia de una negligente dirección deportiva. Y no es una cuestión de cantidad, pues 29 es el número de jugadores que se han incorporado y 534 son los millones invertidos desde entonces. Es el enfoque de dichos fichajes, muchos de ellos, incoherentes y de difícil encaje a lo demandado por la pizarra.
Con Pochettino también se ha ido ese fútbol asociativo y se ha tornado hacia uno de mínimos. Como si, de la noche a la mañana, dejaras de creer en el plan que te llevó a la cima, en la filosofía que llevó al Tottenham a su apogeo futbolístico. Como ese amigo que intenta aparentar que ha superado a su ex y ni él mismo se cree sus propias falacias. Como si la inyección económica fuera a paliar todos los problemas deportivos.
En el fútbol existe algo todavía peor que la derrota y esto es lo que (no) transmites como equipo. El Tottenham -resultados aparte- no transmite ni un ápice como estructura colectiva. La fórmula que usaron Mourinho y Nuno en su día y que utiliza actualmente Antonio Conte, deja en muchas ocasiones al equipo en manos del azar o del acierto rival y de la inspiración del trío galáctico. El italiano, un entrenador que deja su huella allá por donde va, no está sabiendo dotar a los «Spurs» de automatismos y comportamientos habituales en sus equipos. Este Tottenham parece de todo menos un equipo de Conte y eso es lo peor que le puede pasar a un equipo dirigido por el propio Antonio.
La eliminatoria contra el Milan refleja las carencias que llevamos vislumbrando los últimos meses. Un equipo sin espíritu competitivo y que basa su plan de partido en que los balones pasen por el «10». Inepto para llevar las riendas del partido y hacer daño desde lo posicional y absolutamente dependiente de la figura de Rodrigo Bentancur en el centro del campo. Y si Kane o Son no marcan la diferencia por pura calidad individual, sólo le queda rezar para que el rival no esté acertado en el último tercio.
Las sensaciones no siempre van de la mano con los resultados, pero el tiempo acaba poniendo a cada cual donde le corresponde y el Tottenham lo está experimentando en primera persona. El creciente momento de forma del Liverpool le sitúa 5º a tres puntos de puestos Champions (delimitados por el Tottenham) con un partido menos que su competidor por la plaza. Esto, acompañado a la crisis de juego y resultados en la que se halla inmerso el equipo, hace que disminuyan significativamente sus posibilidades de estar en la máxima competición europea la temporada que viene, con el varapalo que supondría para el proyecto a nivel económico.
No se pueden obviar en el análisis algunas de las constantes esta temporada: la carencia de perfiles específicos para el centro del campo, la desventaja competitiva que supone (tratar de) competir con centrales lejos del nivel requerido para un equipo que aspira a estar entre los mejores o la más que evidente necesidad de contar con un portero suplente de garantías. Son datos que están ahí y que no podemos dejar al margen, pero que no eximen a Conte de la crisis que vive el equipo. Su estadía en Londres es cuanto menos decepcionante por la nula capacidad de revertir los mismos problemas que merodean a los «whites» en los últimos años. Las próximas semanas serán vitales para las aspiraciones del club y, en caso de que la mala racha perdure, algunos ya susurran por lo bajo el nombre de Pochettino.