Tras caer derrotado en la Copa Davies, el manacorí cuelga la raqueta dejando un inmenso legado atrás, siendo uno de los deportistas españoles más grandes de la historia y ejerciendo como fuente de inspiración para todos los que sueñan con llegar a la élite
Nadal se retira habiendo cambiado la historia del tenis y del deporte español
Todo principio lleva a su fin. Es un hecho. Incluso aquellas veces en las que es difícil de aceptar, pero en las que en algún momento llegará el punto final. No fue diferente en la carrera tenística de Rafael Nadal. Al igual que a Usain Bolt le tocó correr por última vez los 100 metros lisos o a Michael Phelps tirarse por última vez al agua, a Nadal le tocó, el pasado martes, dar sus últimos raquetazos como tenista profesional.
Hace más de 23 años del debut en ATP de aquel joven mallorquín que lucía una larga melena y agarraba la raqueta con su mano izquierda. Desde entonces, Rafa ha ido recorriendo un camino lleno de éxitos que le han llevado a consagrarse como lo que es hoy, una leyenda del tenis y, para muchos, el mejor deportista español de la todos los tiempos.
Su romance con Roland-Garros y una trayectoria brillante
Desde sus inicios en el circuito ATP, a Nadal se le pudo vislumbrar un talento especial. A pesar de comenzar su trayectoria profesional con una derrota, a los pocos días nos dio un anticipo del que iba a ser su sello de identidad, la capacidad de reponerse ante las adversidades y no darse por vencido. A la semana siguiente de su debut, no desperdició la oportunidad de conseguir sus primeros puntos ATP, en un torneo Challenger disputado en Sevilla, tras vencer por 6-4 y 6-4 al español Israel Matos Gil.
Su primer partido ATP lo ganaría al año siguiente, en 2002. Fue en Mallorca, en su casa, donde logró imponerse al paraguayo Ramón Delgado por un doble 6-4. Si nos preguntasen ahora, más de dos décadas después, cual fue la superficie en la que Rafa obtuvo su primera victoria como ATP, todos tendríamos clara la respuesta. Efectivamente, el manacorí la consiguió en tierra batida, en la primera ronda del Abierto de Mallorca, en lo que sería otro anticipo de como evolucionaría su recorrido profesional.
En el año 2005 llegó su debut en Roland-Garros, su torneo fetiche. El mallorquín se vio obligado a retrasar varios años su participación en la competición debido a varias lesiones que le impidieron estar presente en ediciones anteriores. Sin embargo, irrumpió en París por la puerta grande. Por el camino ya había salido victorioso en varios Master 100, pero todavía no había logrado levantar ningún Grand Slam. El primero tenía que ser su queridísimo Roland-Garros. Desde aquella primera vez en la que, tras ganar el último punto se desplomó en el suelo de la Phillipe Chartier, su imagen mordiendo trofeos se volvió, en cierto modo, rutinaria.
“Y 14 Roland-Garros. 2005, 2006, 2007, 2008, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2017, 2018, 2019, 2020, 2022”, pronunció el speaker de la Phillipe Chartier este año durante la presentación de Rafa Nadal. 14 segundos necesitó para recitar los 14 títulos logrados en esa pista por el manacorí, un momento con cierto aroma a broma, acentuado por el runrún y las risas del público durante el discurso, pero que representa la magnitud de lo logrado por el tenista balear. Su romance con Roland-Garros le llevó a que le construyesen una estatua en la entrada a la pista en el año 2021, tras vapulear todos los récords del torneo.
A esos 14 trofeos, hay que sumarle otros 78 a sus vitrinas. Entre ellos, destacan 2 Open de Australia, 2 Wimbledon, 4 US Open y 2 oros olímpicos (uno en individual y otro en dobles).
Convivir con la derrota y saber reponerse
En una carrera como la suya, prácticamente irrepetible y plagada de éxitos, también hay hueco para la derrota. “Cualquiera que sea el partido que juegues en la vida, a veces vas a perder; un punto, un partido, un campeonato, un trabajo… Es una montaña rusa con muchas subidas y bajadas. Los mejores del mundo no lo son porque ganen cada punto, sino porque perdieron una y otra vez y aprendieron a lidiar con eso”. Roger Federer, rival de Rafa en la pista y amigo fuera de ella, incluyó estas palabras en un discurso para los graduados en la universidad de Darmouth en junio de este año, y ahora que la carrera de Nadal llega a su fin es un buen momento para recordarlo.
La trayectoria de Nadal comenzó y terminó de la misma manera, con una derrota. No por ello deja de ser tan brillante, sino que quizás, gracias a las derrotas, Nadal es quien es. Su capacidad para reponerse, para sacar mas de sí mismo y para levantarse en momentos de flaqueza lo hacen único y diferente. Su profesionalidad aceptó la derrota cuando le tocó, e hizo que también se supiese comportar en los momentos en los que le tocó vencer.
De esa fuerza mental nacieron remontadas épicas como en Pekín 2013, contra Fognini, cuando logró levantar un 6-2 4-1 adverso; o en Indian Wells en 2016, cuando sobrevivió en el set definitivo ante Zverev con un 5-3 en contra y con el alemán al servicio. Como estas, muchas otras fueron las veces en las que Nadal hizo posible lo imposible. Sin olvidar la joya de la corona. La remontada en la final del Open de Australia de 2022 ante Daniil Medvedev. Con los dos primeros sets perdidos y un 2-3 y 0-40 en contra en en el tercero. Rafa sobrevivió, ganó el juego, el set, el partido y su vigésimo primer Grand Slam.
Se va dejando un eterno legado
A partir de ahora, el tenis perderá uno de los grandes referentes de su historia. Ya no habrá más duelos entre Nadal y Djokovic, ni tampoco Carlos Alcaraz se enfrentará al que era, y todavía es, su ídolo. Tampoco veremos a Nadal sobre la tierra de París, ni morder trofeos, ni siquiera colocar milimétricamente sus botellas antes de saltar a la pista . También echaremos de menos el histórico “vamos Rafa” que parecía otorgarle fuerzas cuando ya nadie las tenía.
A todo principio le llega su final pero, esta vez, los agradecimientos tienen que ser más grandes que los lamentos. El mundo del tenis pudo disfrutar durante más de dos décadas de un competidor sin precedentes, una persona que cambió el devenir del deporte y que, pese a que no volverá a coger una raqueta de forma profesional, siempre será recordada como una de las mayores leyendas de la historia.