El entrenador del conjunto pepinero José Luis Martí se ve cada vez más cuestionado por sus planteamientos al frente del equipo
El Leganés se está cansando cada vez más de Martí. No hablo de la directiva ni de los dirigentes porque aún no han salido rumores acerca de posibles dudas con el actual entrenador del equipo. A pesar del desconocimiento de la opinión de los que mandan, lo que es evidente es que la afición no le quiere en ese banquillo ni una jornada más. El partido contra el Sporting ha sido lo que ha estallado una bomba que llevaba con la mecha prendida desde casi el principio de la temporada.
Empezó la temporada con una supuesta búsqueda del juego óptimo de un equipo con una plantilla para optar al ascenso directo. Jornada 19 y este equipo aún no juega como debería hacerlo teniendo en cuenta a los jugadores de los que dispone. El Lega tiene una plantilla muy amplia con un gran número de delanteros. Delanteros sacrificados por unos planteamientos defensivos que entran en vigor casi siempre, se vaya ganando o no.
Con tantos delanteros, las opciones ofensivas deberían crecer exponencialmente y los cambios deberían estar enfocados a sacar la artillería cuando la pólvora de los titulares esté mojada. Si el que sale de inicio no está fino, los cinco que tienes esperando en el banquillo podrán resolver un choque. El Lega tiene atacantes de muchos perfiles distintos para diferentes situaciones de partido. Pero no. Cuando el marcador muestra un empate a cero entre el Leganés y cualquier equipo de media-baja tabla, Martí mira al banquillo, mira a todas las opciones ofensivas para salir a ganar el encuentro y decide meter a un defensa para aguantar el resultado y rascar un mísero punto.
El juego aburre y no hay un “plan B” cuando las cosas se ponen feas. Todo lo contrario a lo que se espera de un equipo con este potencial. En una liga tan exigente como la Segunda de esta temporada, es inconcebible tirar puntos a la basura. Y más viendo la ventaja que están cosechando Espanyol y Mallorca sobre sus competidores.
Todo esto se resume en un claro concepto: un equipo forjado para ascender a Primera está siendo condenado por un entrenador con una mentalidad conformista y propia de equipo pequeño. Un conformismo que demuestra tanto en los noventa minutos de partido como en las ruedas de prensa. Y sin ambición, no puede haber premio. El Leganés puede ascender y puede hacerlo sin tener que pasar por play-off. Pero hay que cambiar, o bien de planteamiento, o bien de entrenador.