Las pocas oportunidades de Zidane a los jóvenes talentos han desembocado en un pobre rendimiento cuando la segunda unidad ha pasado a la acción
Zinedine Zidane es de esos entrenadores clásicos, de los que una vez definen su once inicial de confianza rara vez varían el esquema. Su alineación habitual se recita de memoria, con los ojos cerrados. De hecho, no hace falta repetirla ni una sola vez más para que en un tiempo se recuerden los gustos del francés. Si sus escuderos están sanos son inamovibles, titularísimos. Y es ahí donde nace el problema de este Real Madrid. Las costumbres de su entrenador lo conducen a prescindir de futbolistas que en otras circunstancias, con otra cara al frente del banquillo, podrían ser válidos e incluso importantes. Sin embargo, no lo son.
Futbolistas como Achraf, Reguilón, Ceballos, James… ya saben de qué va el cuento, así como Jovic y Odegaard, los últimos en buscarse la vida por culpa de la cabezonería de Zidane. El técnico blanco se ha empeñado en repetir hazañas con los soldados que siempre le fueron fieles, aquellos que en Kiev coronaron una hermosa trilogía europea. Por eso se puede asegurar que Zizou sigue enquistado en su primera etapa, aunque en la capital las cosas hayan cambiado tanto. Ahora abunda la juventud, el hambre, el intento de regeneración. Futbolistas como Vinicius, Valverde, Militao, Odegaard, Lunin, Rodrygo o Mendy están llamados a ser los protagonistas de la próxima generación madridista, pero de momento solo este último se ha consolidado entre los favoritos de Zidane. Ninguno de ellos ha gozado de los minutos suficientes y, consecuentemente, se han llegado a plantear su futuro lejos del Santiago Bernabéu.
El desastre de la Copa, la prueba
El poco rodaje provoca que los futbolistas no rindan a su máximo nivel cuando vuelven a la acción. Y claro, en noches como la de Alcoy pasa lo que tiene que pasar. Uno de los mayores desastres en la historia del Real Madrid ocurrió con nueve jugadores no habituales sobre el verde. Únicamente Marco Asensio y Casemiro sabían lo que es jugar jornada sí y jornada también. Aún así, con futbolistas de enorme talento jugando contra un equipo de la tercera categoría española, el equipo no fue capaz de superar al rival en 120 minutos. Tal despropósito, obviando la pobre actitud de algún jugador que prefirió tomárselo con humor, es responsabilidad del que se pone traje y corbata para dirigir a sus jugadores desde la banda.
Esta tendencia del francés a alinear continuamente a sus hombres predilectos está bien justificada. El once titular de este Real Madrid cuenta con todos los elementos necesarios para triunfar. No obstante, no dar entrada a tan buenas alternativas es poner en peligro tanto al once habitual (por la excesiva carga de minutos) como al futuro de una entidad que tanto dinero ha desembolsado con el fin de construir su futuro más próximo. Las pocas oportunidades marchitan la magia que tienen los suplentes de este equipo, tan necesaria en ciertas ocasiones.
No hay excusa, ni para jugadores de tal capacidad futbolística ni para un hombre encerrado en unas ideas tan marcadas. Mientras ese talento sigue esperando su oportunidad, bien sea desde su caliente asiento en el banquillo o desde cualquier otro estadio del mundo, Zidane continúa al cargo, guiado por un peligroso costumbrismo que retrasa un necesario, obligado e inevitable cambio de ciclo para el Real Madrid.