Pocos hitos deportivos hay como el de Shaun Livingston, un jugador que estuvo cerca de perder las piernas, llegó a ganar la NBA
Una historia digna de ser contada. Toda una gesta llena de superación, coraje y valor. Pues pocos han sido más constantes, trabajadores y luchadores que Shaun Livingston en la historia del deporte. Uno de los que debería ser un gran referente para toda la sociedad.
Sus inicios fueron en Illinois, su ciudad natal. Cuando comenzó a destacar en la liga estadounidense de secundaria, muchas universidades se interesaron en sus servicios para sus estudios superiores. De hecho, algunas de las más grandes e importantes de todos los Estados Unidos, al menos deportivamente hablando. Puesto que Duke, North Carolina, Arizona o la propia Illinois entre otras. Tras una ardua negociación, Livingston, finalmente, se comprometió con Duke, cuna de grandes estrellas del baloncesto.
Muchos expertos, decían que el jugador tenía unas cualidades diferentes. Pues Livingston era un jugador alto y con un buen manejo de balón. Además, de, según ir adelantado al juego. Veía jugadas que los demás no podían. Y sabía hacer jugar a su equipo a las mil maravillas. Por ello, el paso de la universidad, le quedó pequeño. Y sin haber debutado en el deporte de la enseñanza superior, recibió la llamada de la NBA.
Se creía que sería un pick entre los 14 primeros, es decir, correspondiente a la lotería del draft. No obstante, a aquellos que tuvieron la suerte de poder acudir al entrenamiento previo al draft, fueron testigos de algo excepcional. Durante el momento del tiro no fue especialmente brillante. De hecho, algunos pensaban que podía llegar a ser una decepción. Pero su excelencia llegó en el momento del pase y partido previo. Nadie superaba las condiciones de Livingston.
Asimismo, era su momento. Se saltaría la etapa de la universidad y se presentó al draft de 2004. En el cuál, Livingston, fue seleccionado en la cuarta posición por Los Ángeles Clippers. Franquicia en la que estaría durante sus tres primeros años. Y que veían en él una estrella en potencia. Un jugador que podría liderar al equipo y ser de los mejores de la liga en el futuro. Seguía destacando en la faceta de organizador, así como en defensa. Y su tiro, poco a poco iba mejorando.
Pero, el 26 de febrero de 2007, Livingston tuvo su peor día. Sufrió una de las lesiones más duras que se recuerdan en la historia del deporte. En una entrada a canasta, al caer, Livingston se dislocaba la rodilla izquierda, quedando esta totalmente destrozada. Se había roto el ligamento cruzado anterior y posterior, el ligamento colateral tibial, el menisco, la rótula y la articulación tibioperonéa.
Las primeras pruebas en el hospital no llamaban a la esperanza. Y el médico que le atendió afirmó que la amputación era una opción a considerar. No obstante, la suerte le sonrío. Y a pesar de la complicada operación que sería, tan solo(por decirlo de alguna forma) debería pasar por quirófano. Aún así todo se antojaba muy difícil. Se dudaba de si podría llegar a caminar correctamente, por lo que jugar a baloncesto ya estaba en el olvido.
Sin embargo, el coraje y la resiliencia del jugador le hicieron posible volver a las pistas. La rehabilitación fue mucho mejor de lo esperado. Pero, muchos equipos no confiaban en él. En la NBA, durante años, fue cambiando de equipo con contratos minúsculos de 10 días o incluso jugando unos minutos escasos en toda la temporada.
Pero los Washington Wizards cambiaron su sino. Pues con la confianza del mánager, se volvió a ver un buen juego por parte de Livingston. Tras esa aventura capitalina, pasó con relevancia por Charlotte, Milwaukee y Cleveland, pasando por Washington de nuevo. Pero fue en los Nets cuando volvió a ser titular. Tuvo cifras de minutos similares a las de su estancia en Clippers. Lo que le llevó a firmar un contrato de tres temporadas con los Golden State Warriors.
Con aquel equipo de ensueño ganó la NBA. Sin duda, el mayor mérito deportivo en el baloncesto estadounidense. Y que sirvió de colofón para una carrera de obstáculos más difícil que ninguna. Del barro al cielo. De estar en el peor momento de su vida a ser la persona más feliz del mundo. Shaun Livingston demostró ser un ejemplo de superación. Quien además, definió la situación perfectamente: “Empecé en una posición muy buena, caí hasta el fondo y resucité de mis cenizas para llegar hasta la cima”.