El míster argentino llevó a lo más alto al Inter de Milán, con el famoso sistema ‘catenaccio’. Con su equipo murió la efectividad del verdadero cerrojo.
La semana pasada hablamos del ‘catenaccio’ y la ‘verrou’. De cómo Karl Rappan fue su creador desde Suiza, y cómo Viani la popularizó en Italia con Salernitana y Milán. Aunque aquellos hombres fueron los pioneros del sistema defensivo puro, nadie como el gran Helenio Herrera logró ponerla en práctica.
Helenio y sus manías
Helenio Herrera nació en Buenos Aires, Argentina, allá por 1910. A muy temprana edad emigró a Marruecos, escapando de las autoridades, y poco antes de ser nombrado mánager del FC Barcelona sufrió un accidente aéreo del que salió ileso. Esto le hizo autoconvencerse de que tenía algún tipo de misión en el mundo. No podía estar más en lo cierto. Este convencimiento lo acompañó durante toda su carrera como director técnico.
Herrera no creía en la suerte en el fútbol. Sólo creía en que con trabajo y fuerza podía lograrse cualquier cosa. Además de ser un táctico fantástico, era un perfeccionista. Quizá eso fue lo que lo hizo triunfar a lo grande. Según él todo era controlable y mejorable. Quería controlar absolutamente todo lo que sus pupilos hacían. Implementó el ritiro, en el que los jugadores debían pasar la noche anterior al partido en el campo de entrenamiento, como concentración. Fue sin duda el pionero de la psicología en el deporte y estaba lleno de rituales. Cada mañana se levantaba para hacer yoga, colgaba carteles motivadores en los vestuarios: uno de ellos decía “¿Jugar o pelear? Jugar y pelear”. Era un referente para cualquier míster del momento.
La Grande Inter
En su etapa como entrenador ‘nerazzurro’ sus rituales se volvieron más complejos aún. Antes de los partidos formaba un círculo a su alrededor, sosteniendo una pelota en la mitad y haciendo que sus jugadores lucharan por cogerla. “Es importante tocar la pelota antes del juego. los jugadores están nerviosos, el juego es importante, hay una gran multitud, pero la pelota: es su vida”, decía.
En realidad su Inter no adoptó el ‘catenaccio’ hasta el tercer año de Helenio en el banquillo. Empezó a usarlo ante equipos de mayor categoría que el suyo, pero acabó encajándolo durante toda la temporada, poniendo su cara como definición del sistema. La Grande Inter se llevó la Copa de Europa de 1964 ante el Real Madrid de Di Stefano, casi nada. Al año siguiente revalidaron el título ante la Benfica de Eusebio, otro grande del continente, pero el palmarés no se quedaría ahí. Tres ligas italianas y dos Copas Intercontinentales fueron las que se agenció el conjunto milanés.
El fin
El encargado de cortarle las alas al Inter y sentenciar a Herrera fue el Celtic de Glasgow. El 25 de mayo de 1967 el Celtic venció por 1-2 en la final de la Copa de Europa a los de Helenio, acabando con su hegemonía. Aunque el catenaccio no murió con aquella derrota de La Grande Inter, el mito de su invencibilidad sí que lo hizo.