Hace varios años, la FIFA decidió honrar a aquellas selecciones campeonas de un título mundialista con una estrella por cada título conseguido sobre el escudo, sin embargo, en el caso de Uruguay se pueden apreciar hasta cuatro a pesar de que en su palmarés tan solo constan dos Mundiales, los de 1930 y 1950, ¿A qué se debe esta excepción?
Para encontrar la explicación a este hecho insólito sobre Uruguay hay que remontarse hasta los años 1924 y 1928. Con la idea en el aire de crear un campeonato en el que enfrentar a las mejores selecciones del mundo, la FIFA decidió hacerse con los mandos de la organización de la categoría de fútbol dentro de los Juegos Olímpicos de 1924, celebrados en París (Francia). El equipo vencedor pasaría a ser reconocido como campeón mundial.
Fueron 22 las selecciones aspirantes al oro, entre las que se destacaban la italiana, suiza, neerlandesa o sueca. Sin embargo, fue el combinado uruguayo el que consiguió hacerse con el metal más prestigioso, por aquel entonces toda una auténtica potencia del balompié. Lo hacía además en la que era su primera aparición en este torneo.
Su andadura comenzó con la victoria sobre Yugoslavia en la fase preliminar por 0-7, continuando con las cosechadas ante EE UU en octavos por 0-3, Francia en cuartos por 1-5 y Países Bajos en la semifinal por 1-2. En la final les esperaba la selección de Suiza. Los helvéticos llegaban tras derrotar a dos de las grandes favoritas como lo eran la Gli azzurri y la sueca. No obstante, los charrúas volvieron a golear para llevarse el oro, venciendo a su rival por 0-3. Los goleadores fueron Perucho Petrone, José Pedro Cea y Alfredo Ángel Romano. Además, su nueve, Perucho Petrone, dejó el país galo como máximo goleador del evento, con 7 anotaciones.
Sin duda, el paso por Europa de la selección celeste no dejó indiferente a nadie, con un juego vertiginoso que dejó 15 goles en cinco partidos. Fue entonces cuando un joven de nombre José Leandro Andrade pasó a ser conocido como “La Perla Negra”. Años más tarde y con la prematura muerte del centrocampista a los 55 años, el brasileño Pelé heredaría su apodo.
Con la nueva edición olímpica, la selección celeste repetiría el hito cuatro años después, haciéndose nuevamente con el oro, esta vez en Ámsterdam. Nuevamente bajo la organización del máximo organismo del fútbol, quien venciese iba a ser considerado como campeón del mundo. Esta vez, el camino a la final dio inicio en los octavos, donde los charrúas derrotaron a Países Bajos por 0-2, la misma a la que se enfrentó cuatro años antes en la ronda previa a la final. Tras vencer posteriormente a la República de Weimar en cuartos con marcador de 1-4 y a Italia por 2-3, los uruguayos volvieron a una nueva final de los JJ OO.
En la final le esperaba su vecina argentina, la gran sensación del torneo. No en vano, llegaban al último escalón habiendo marcado 23 goles en los tres partidos. anteriores. A pesar de todo, la jerarquía de quien había ganado esa misma medalla cuatro años antes valió para igualar las tornas. Tanto fue así que el duelo terminó en tablas (1-1). Sin prórrogas ni penaltis aún reglamentados, la final se decidió con un partido de desempate tres días después. Esta vez, la vigente campeona renovó medalla luego de vencer por 2-1 a la selección albiceleste, con goles de Roberto Figueroa y Héctor Pedro Scarone.
Como citábamos previamente, bajo la supervisión de la FIFA, estas dos celebraciones olímpicas fueron consideradas como una especie de prueba antes de la celebración de una Copa Mundial determinada exclusivamente al fútbol, otorgando la categoría de campeón a quien fuese vencedor. Es por ello por lo que desde el país sudamericano reclaman su tetracampeonato en forma de cuatro estrellas sobre su escudo.
Dos años después, en 1930 llegó la primera edición de un Campeonato del Mundo de fútbol, en la que participaron doce selecciones además de Uruguay, anfitriona en este caso. Charrúas y argentinos volvieron a verse las caras en el último asalto antes de alzar el trofeo. Nuevamente, la fortuna cayó del lado de la anfitriona, coronándose como la primera campeona del mundo. La Celeste se impuso en la final por 4-2 (goles de Pablo Dorado, José Pedro Cea, Victoriano Iriarte y Héctor Castro).
Para encontrar un nuevo título mundialista con la firma de Uruguay hay que trasladarse hasta el año 1950. Después de que la II Guerra Mundial no hubiese dado opción a celebrar las ediciones de 1942 y 1946, la vuelta del campeonato más prestigioso a nivel futbolístico volvía con más ilusión que nunca, con 13 selecciones participantes. Por si fuera poco, la sede era Brasil, país de respira fútbol por cada rincón. Esta vez, el sistema respecto a la fase final varió respecto a los años anteriores. El primer clasificado de cada grupo pasaría a una ronda final en la cual el campeón se decidiría en otra especie de liguilla. El país brasileño soñaba con salir por primera vez en su historia campeón del mundo. La ilusión por las calles era inmensa. Además, se inauguró en Río de Janeiro el Estadio de Maracaná, sede con acceso de hasta 183.000 espectadores.
Brasil, Uruguay, España y Suecia fueron las que llegaron a la fase final. Tras dos jornadas en las que la canarinha había vencido a sus dos anteriores rivales, llegaba a la última jornada con mayor tranquilidad que su vecina sudamericana. Mientras que los uruguayos estaban obligados a vencer, el empate le bastaba a Brasil para hacerse con la Jules Rimet. Las calles de Río ya se preparaban para la gran fiesta. Sin embargo, haciendo amén a su capitán Obdulio Varela, la selección charrúa saltó al césped sin complejos, consiguiendo la que para muchos es aún a día de hoy la mayor sorpresa en una final en la historia.
Juan Alberto Schiaffino en el 65’ y Ghiggia en el 79’ remontaron el 1-0 inicial para sumar un nuevo campeonato mundialista a las vitrinas de Uruguay, dejando en shock a todo un país.