Un 19 de junio de 2016 el Girona se plantaba en otra final de play-off, otra oportunidad para ascender a Primera División
Ni a la tercera fue la vencida. Tras tantas temporadas a las puertas de la Primera División, el Girona se presentaba de nuevo en una final de play-off con la esperanza de que esa ocasión sí sería la buena, pero no fue así. El cuadro gerundense se topó con un Osasuna que le dejó de nuevo con la miel en los labios.
En una temporada un tanto irregular, el conjunto de Pablo Machín entró por primera vez en toda la campaña en puestos de play-off a falta de cuatro jornadas para el final de la temporada regular. Cuando terminó la misma, el Girona se situaba en el cuarto puesto de la tabla, por lo que tendría que disputar los play-off de ascenso.
Su rival en semifinales fue un Córdoba que demostró un magnífico nivel futbolístico durante todo el curso. En la ida, que se disputó en el Nuevo Arcángel, empezó abriendo la lata el equipo local a los nueve minutos. Tres minutos después otra vez Xisco anotó y puso el Nuevo Arcángel patas arriba, ante un Girona que se derrumbaba nada más empezar el camino definitivo a Primera. A los 28 de la primera mitad Christian Herrera recortó distancias para el Girona en un partido que terminaría en 2-1.
En el partido de vuelta en Montilivi se respiraba un ambiente positivo en el estadio. La afición apretó, y el equipo respondió. Si bien en la primera mitad el Girona mereció más, la segunda mitad empezó también con un buen juego por parte de los rojiblancos. Aun así, al 56′ Xisco anotó y puso el miedo en el cuerpo a un Girona que, pese a la situación, no bajó los brazos.
A los diez minutos Borja García marcó y enchufó de nuevo a la afición y al equipo en el partido. Faltaba un tanto para empatar y, al menos, llevar el encuentro a la prórroga. Aday lo hizo en el minuto 80. Empezó la prórroga y, por ende, el nerviosismo que siempre se palpaba por Montilivi en los play-off. Con un empate le valía al Girona, al ser el equipo mejor posicionado en la tabla en temporada regular. Aún así, para asegurar el puesto en la final, Cristian Herrera anotó el tanto definitivo en el 117.
Tras superar su respectiva semifinal frente el Nàstic, Osasuna se plantaba en la final frente a un Girona que tenía todas sus fuerzas puestas en los dos últimos encuentros, los cuales les podían llevar a la élite por primera vez en su historia.
El choque de ida se jugó en El Sadar. A los 6 minutos de encuentro, Kenan Kodro abrió el marcador y puso al Osasuna por delante en el partido. Los minutos pasaban y no fue hasta la segunda parte cuando se convirtió el siguiente gol del partido, el del empate. Kiko Olivas remató y anotó el gol que motivaba al Girona a luchar hasta el final. Pero todo se truncó cuando un inesperado gol a los dos minutos del empate subió al marcador, Maikel Mesa ponía el 2-1.
En la vuelta en campo gironí se notaba el nerviosismo de la afición blanc-i-vermella. Esa ilusión, ese nerviosismo y esas ganas por ascender se demostró que no era todo lo que se necesitaba para alcanzar la élite. Tras una primera mitad sin goles, de nuevo Kenan Kodro anotó, y puso ya muy difícil la final a un Girona que vio que, contra lo que dice el refrán, ni a la tercera fue la vencida.