El eibarrés se ha convertido en símbolo de la Real con tan sólo 23 años
En el fútbol moderno cada vez es más difícil ser un hombre de club. Los jóvenes futbolistas, salidos de equipos más pequeños, aspiran a llegar a los más alto del fútbol fichando por los grandes. Pero aún resiste una especie de futbolista, que prefiere llegar a la cima del fútbol llevando a su propio equipo a la grandeza, rechazando ofertas millonarias. Herederos de los Fran González, Xabi Prieto, David Albelda… Uno de esos jugadores es Mikel Oyarzabal.
Estrella desde el principio
Oyarzabal llegó a las categorías inferiores de la Real en 2011. Tanto en Cadete cómo Juvenil, destacaba enormemente por su habilidad y sacrificio. Fue cedido al equipo de su pueblo natal durante la 13/14, y fue tan bueno el rendimiento que al año siguiente, de vuelta en Zubieta, llegó a jugar unos partidos con el filial con tan solo 18 años. Debutaría con la Real en un partido en el Ciutat de Valencia contra el Levante a finales de 2015. Ahí comenzaría un despegue descomunal, marcando en su primera temporada 6 goles en apenas 22 partidos. Se ganó la titularidad, desbancando a un Chory Castro que llevaba 4 años siendo titular indiscutible.
De Europa a la Selección
En la temporada 16/17 comandó uno de los mejores ataques de LaLiga junto a Carlos Vela y Willian José, clasificando a la Real a Europa League. Pese a los altibajos de la Real desde entonces, y habiendo tenido que adaptarse a diferentes posiciones compañeros de baile, Oyarzabal ha sido en todo momento pieza fundamental de la Real. Incluso en sus peores momentos, donde su técnica parecía desaparecer, su estoico esfuerzo en cada partido daba vida al equipo. Su gran labor en todas las tareas del equipo le llevaron a estar en la pre selección de la Euro 2016 y del mundial 2018, y tenía todas las papeletas ir a la Eurocopa de este año. Con la “Rojita”ya ganó el año pasado la Euro Sub-21.
Los pies en el suelo
Oyarzabal es uno de los grandes activos de la Real. Equipos como el City o el Athletic ya han llamado a su puerta para llevárselo, pagando la clausula de 70 millones íntegramente. Pero Mikel sabe lo que quiere, y siempre se ha sentido cómodo en Donosti. En sus declaraciones se ha mostrado contundente con este tema, no se cierra las puertas a salir porque es joven y con gran potencial aún, pero en casa como en ningún sitio. Anoeta lo adora, y él ama a su club. ¿Quién sabe si terminará siendo el próximo One Club Man de la Real? Sea como fuere, este chico pertenece a una especie en extinción, y que hay que cuidar en el fútbol de hoy en día.