La relación de amor-odio entre Isco y el Real Madrid, sigue siendo todo un dilema. El jugador, ya recuperado de la lesión que le ha apartado de los terrenos de juego durante prácticamente todo el inicio de la temporada, volverá a ser uno más en las filas del club de Chamartín.
Isco, que ya disputó unos minutos en la recta final del último choque de los blancos ante el Granada, y que afronta su sexta temporada como madridista, retornará con el objetivo de recuperar la titularidad y la confianza que Zidane depositó en el en su anterior etapa como entrenador.
No obstante, la situación se antoja difícil para el malagueño, un jugador de indudable calidad y condiciones, pero que a pesar de su veteranía dentro del vestuario, no ha conseguido convertirse en ese jugador intocable en el once blanco y que ha llegado a sufrir en diversas ocasiones los pitos y reproches de su propia afición.
Ancelotti, su principal valedor, apostó por el en su primera temporada en el club, avalando una gran inversión valorada en 40 millones de euros, y por la cuál, situó a Isco en el escaparate internacional del fútbol europeo. La apuesta por el joven andaluz fue arriesgada y costosa, y aunque en un principio, el futbolista cuajó grandes encuentros bajo las órdenes del italiano, su rendimiento se fue diluyendo hasta dejarle relegado al puesto número 12 del equipo.
La situación no cambió durante los primeros años de Zidane al cargo del banquillo; un año de suplencias y lesiones, privó al malagueño de la oportunidad de disputar la Eurocopa de Francia de 2016. Probablemente, y pese a ganar la Champions, este hecho fue un punto de inflexión en la carrera de Isco, que al comienzo de la siguiente campaña, inició la que sería su etapa más provechosa como jugador del Real Madrid, convirtiéndose en uno de los ídolos de la afición y llegando incluso a sentar en la banca a la gran apuesta deportiva del club, Gareth Bale.
No obstante, la trágica despedida de Zizou y la salida Cristiano Ronaldo, eje fundamental del equipo en la última década, dio lugar a una de las temporadas más grises y caóticas que se recuerdan en la capital; un año en blanco en el que llegaron a converger hasta tres entrenadores; circunstancia, que afectó de manera evidente a un Isco lastrado por las lesiones y que permaneció a la sombra durante toda la campaña.
Aún así, la vuelta de Zidane, supuso un halo de esperanza para el de Arroyo de la Miel, que tras superar un verano lleno de especulaciones en torno a su salida, se presentó en Valdebebas el pasado mes de agosto demostrando una gran versión de su magia y talento característicos, los cuáles le llevaron en su día a brillar bajo los focos del Bernabéu.
Pero de nuevo, la mala suerte se volvió a topar con el internacional español, que en el momento en el que debía luchar por la titularidad, se topó de nuevo con una lesión; esta vez su el bíceps femoral derecho. Una incidencia por la cual, se vio obligado a ver desde la grada los inicios del nuevo Madrid de Zidane; un Madrid en el que el puesto de «10» está más caro que nunca, y en el que Isco empezará con desventaja frente al gran fichaje de este año, Eden Hazard, y que además deberá enfrentarse a un James Rodriguez muy enchufado tras su regreso al conjunto merengue.
La situación de Isco a día de hoy es por tanto todo un misterio; sus opciones de ser titular se remiten a la suplencia de Bale o Vinicius, y con ello, a un cambio de sistema hacia el 4-4-2 que ya configuró Zidane en su primera etapa como técnico blanco; sin embargo, nadie sabe si el francés estará dispuesto a transformar todo el once para moldearlo en torno a la figura de un jugador cuyo rendimiento es toda una incógnita, en torno a la figura de un jugador que estaba llamado a marcar una era en el Madrid, y que dispondrá de una última oportunidad para lograrlo.