Vale la pena recordar a un jugador que pudo ser de los mejores en la historia del fútbol si su carrera no se hubiese truncado: Adriano Leite.
Cuando pensamos en los mejores de la historia pensamos en Messi, en Maradona, Pelé, Cristiano Ronaldo… Quizás en Johan Cruyff, Di Stefano o Eusébio. Sin embargo cuando nos preguntan sobre el mejor jugador que pudo ser y no fue pensamos en un único nombre. En el del depredador brasileño Adriano Leite, un jugador al que a lo mejor hubiésemos mencionado si nos preguntasen lo primero, si su carrera no hubiese sido tan fugaz. Y es que el propio Adriano era considerado el heredero de Ronaldo Nazário, otro de los mejores jugadores de fútbol de la historia.
Adriano Leite Ribeiro nació y creció en las favelas de Río de Janeiro, en una de las zonas más peligrosas de la ciudad. El chico mostró un gran interés y compromiso para con el fútbol, teniendo una pelota consigo hasta a la hora de comer. Viendo aquello sus padres decidieron alistarlo en una escuela de fútbol del barrio, donde comenzó a despuntar y maravillar.
Pronto los clubes grandes se fijarían en él. Fichó por Flamengo en 1997, comenzando desde los juveniles hasta llegar con el primer equipo cuando tuvo la edad suficiente. Aún sin ser mayor de edad logró ganar la Copa Mundial sub-17 con Brasil, su país, en 1999. Justo un año después ascendió al primer equipo, hasta que el Inter de Milán se cruzaría en su camino para llevárselo en 2001, sin dejarlo acabar siquiera la temporada en Flamengo.
En el año 2002 fue cedido a la Fiorentina, donde desarrolló un portentoso físico y explotó su potencial, lo que le bastó al club ‘nerazzurri’ para decidir quedarse con él a partir de entonces. Cada vez recordaba más a Ronaldo. Físico, técnica, potencia… todo en uno.
Se podría decir que en 2004 empezó a ser considerado como uno de los mejores jugadores del momento. Arrasó en la Copa América con la selección, al igual que con el Inter en Italia, con goles y actuaciones para el recuerdo. Pero como antes dijimos, fue un triunfo muy fugaz para ‘El Emperador’, como se lo conocía en Italia.
2006 marcó el principio del fin en su carrera. Aquel año Brasil quedó humillado en el Mundial de Alemania, aunque en Milán seguía siendo el delantero al que todos adoraban. Sin embargo las cosas empezaron a torcerse debido sus escándalos. Tenía problemas familiares, se metía en líos de fiesta, se emborrachaba, llegaba tarde a los entrenos… Las cosas no iban bien para Adriano.
Todo se truncó con una llamada. “Recibió una llamada de Brasil y le dijeron que su padre había muerto, es algo que te puede cambiar para siempre. Le vi llorar, tiró el teléfono y comenzó a gritar que no era posible”, contó Javier Zanetti que estaba con él cuando le dieron la noticia que sepultó su carrera. Aquello lo hizo entrar en depresión, y en consecuencia abandonó el Inter dirección Brasil, donde por momentos recuperó la sonrisa.
Aunque Brasil le hizo bien, nada pudo evitar que Adriano no pudiese volver a ser el mismo jugador. Se dio al alcohol y a las drogas, con tan sólo 27 años. Regresó a Europa en 2011, de la mano de la AS Roma, pero no funcionó por sus repetidas lesiones. Volvió a su país para jugar con Corinthians, donde se rompió el tendón de aquiles, lo que lo remató. Adriano es el perfecto ejemplo de un jugador que pudo ser y no fue.