La copa del mundo tuvo que dar muchas vueltas durante la segunda mundial para que los nazis no se la llevaran
Hay ocasiones en las que es imposible no mezclar el fútbol con la política. Este bello deporte ha sido utilizado en bastantes ocasiones como una herramienta política, pese a que vaya en contra de lo deportivo.
El fútbol, por no general, es un deporte que genera felicidad. Sentir como tu equipo y tú ganáis colaborando. Sin embargo, hubo un tiempo que las cosas no fueron así, ni muchos menos. No es casualidad que una de las peores épocas del fútbol ocurriera de forma paralela a una de las peores de la humanidad. En efecto, estamos hablando de la Segunda Guerra Mundial. Durante esa larga etapa del siglo XX no se jugó al fútbol en toda Europa.
Así pues, la copa del mundo tampoco pudo llevarse a cabo. Antes de que estallara la Gran Guerra, sólo hubo tres ediciones de la Copa del Mundo: 1930, 1934 y 1938. Pero, durante la guerra, se decidió no jugar la competición hasta nuevo aviso. La crisis humanitaria y mundial requería mucha más atención e importancia que el deporte.
En 1939 Hitler desató el caos y el pánico en toda Europa, involucrando a países de todo el globo terráqueo. El Tercer Reich comenzó así una larga carrera militar que le llevó a conquistar muchos territorios europeos. Hasta que llegaron a Italia.
Los italianos también estaban pasando una dura etapa de dictadura con Benito Mussolini al mando. La selección italiana era una de las grandes dominadores de la Copa del Mundo. Es por eso que la Federación Italiana de Fútbol custodiaba la copa del mundo como una de sus mayores reliquias.
Con la llegada de las tropas a Italia, se temía que vinieran buscando cosas de valor. Y como no, entre ellas estaba la Copa del Mundo. Para proteger este bien tan preciado apareció en escena Ottorino Barassi. Éste último era el vicepresidente de la Federación, y se encargó personalmente de esconder y guardar a buen recaudo la copa. El Banco de Roma era donde la copa había estado hasta entonces, pero Barassi pensó que allí no era un buen lugar para esconderla, pues sería el primer sitio donde mirarían los alemanes.
De esta forma, agarró la copa y la trasladó a su casa. Allí la escondería en una caja de zapatos debajo de su cama, con la idea de que fuera un sitio tan cotidiano que ni los alemanes se dignarían a revisarlo. De hecho, en 1941 la Gestapo revisó su morada.
Se pusieron a desmantelarla rápidamente pero no consiguieron encontrar nada. El plan de Barassi funcionó, pero acto seguido le interrogaron para sonsacarle toda la información. El italiano fue inteligente y les dijo que seguramente la Federación y el Comité Olímpico Nacional italianos la enviaron a Milán.
La Gestapo puso rumbo a Milán, con el objetivo de encontrar ese preciado tesoro disfrazado de Copa del Mundo. Como os podéis imaginar, allí no encontraron nada. Sin embargo, en 1943 Barassi le entregó la Copa a un viejo amigo suyo amante del fútbol, el abogado Giovanni Mauro, el cual se la entregó poco después a un ex futbolista llamado Aldo Cevenini.
El ex jugador la escondió en su casa de campo, situada en la provincia de Bérgamo. Allí estuvo en cautividad hasta que en 1950 se anunció que la copa volvería a jugarse, en esta ocasión en Brasil. Italia, al ser la vigente campeona del certamen, debía transportar el trofeo hasta tierras sudamericanas.
No obstante, la selección tuvo un largo viaje de ida, un mes para ser más exactos. Esto es porque un año antes del mundial ocurrió la conocida tragedia de Superga, donde muchos jugadores del Grande Torino fallecieron. Los jugadores acordaron ir en barco, lo que supuso un viaje excesivamente largo.
La selección llegó agotada del largo viaje y en unas condiciones realmente malas. Toda esta situación generó que Italia cayera ante Suecia y no se clasificara de fase, a pesar de ganar el partido a Paraguay. Fue una gran decepción de mundial y a la vuelta muchos decidieron subirse en el avión. A excepción de Benito Lorenzi, el cual prefirió irse en barco de nuevo.
La Copa del mundo durante más de una década estuvo dando tumbos por media Italia y por el mundo. Pero la más curioso de todo es que el destino de la Copa se dejara en manos de una caja de zapatos. Barassi sin duda tuvo la idea perfecta y salvo al espíritu del fútbol mundial de un destino poco agradable.