En aquella tarde dominical, San Paolo fue testigo de una de las mejores actuaciones del Napoli de Maradona ante nada más y nada menos que el Milan de Sacchi
Domingo, 27 de noviembre de 1988. Llegaba a San Paolo una escuadra cuyo potencial aún no se sospechaba. No en vano, el entrenador italiano llevó al equipo Rossoneri a la cima del fútbol, con un estilo de lo más atrevido. Para ello, pudo contar con las mejores herramientas, con jugadores de gran nivel. A consecuencia de ello, el equipo conquistó dos Ligas de Campeones, dos copas Internacionales y otras dos Supercopas europeas.
Por aquel entonces, el todopoderoso Milan llegaba con el prestigio de ser el vigente campeón del Scudetto. Cabe destacar la importancia de este título, debido a la competencia que había en el país de la bota en los años ochenta. Para los expertos, se trataba de la mejor liga del mundo, e incluso de la historia, con jugadores de muy alto nivel en muchos de los equipos. No obstante, San Paolo no se dejó intimidar por el equipo de moda, recibiendo a su equipo con sus mejores galas ante un partido que quedaría grabado en mayúsculas en la historia del campeonato. Con Maradona en sus filas, la reputación y categoría del Napoli había cambiado por completo. Ya era uno de los clubes punteros del Calcio.
El equipo local salió al campo con sus mejores galas, escudados por su capitán y máximo referente, Diego Armando Maradona. Se esperaba mucho del argentino en una cita tan esperada. Por su parte, el técnico italiano no se quedó atrás, alineando a sus hombres de confianza, con Baresi o Maldini en la defensa, Rijkaard en el centro del campo y Marco Van Basten en el ataque, entre otros, aunque con la ausencia de Ruud Gullit. Los rojinegros necesitaban la victoria para no perderle la cara a su vecino. Entonces, era el Inter quien lideraba el campeonato con once puntos (tres más que ellos). Por el otro lado, el Napoli necesitaba ganar para seguir la estela de los nerazzurri, solo dos puntos por encima de ellos.
Como era de esperar, los visitantes fueron fieles a su estilo desde el pitido inicial. Llevando el peso del partido, trataron de intimidar a su rival acumulando jugadores en campo contrario. Sin embargo, esto no cayó por sorpresa en un equipo especialista en tratar ese tipo de situaciones. Es por ello por lo que fueron los del sur de Italia quienes intimidaron con mayor fuerza el arco rival, con un Crippa vertiginoso mediante diagonales, catapultado por Maradona. Además, los continuos desmarques de Carnevale hicieron temblar a una defensa que por momentos jugó al límite, con su estrategia de hacer caer al rival en fuera de juego.
Ofensivamente, los del norte no conseguían carburar ante un Napoli muy bien armado atrás. A consecuencia de ello, la primera oportunidad de peligro visitante se hizo esperar hasta el minuto 22. El autor fue Maldini, con un potente disparo desde la frontal que no encontró puerta. Cinco minutos más tarde, la buena conexión neerlandesa hizo que Van Basten pusiese en apuros al arquero napolitano Giuliani, con un bonito disparo al primer palo luego de recibir un excelente pase de ruptura de su compañero Frank Rijkaard. Instantes después, el guardameta tuvo que intervenir en una acción similar, esta vez con Colombo como ejecutor. Después de casi media hora de tanteo, el Milan parecía aterrizar en San Paolo.
No obstante, solo fue un espejismo. Con el paso de los minutos, el que luego sería entrenador del FC Barcelona se fue sintiendo más solo en el centro. A su vez, la táctica de la ruleta rusa continuó haciendo de las suyas, hasta encontrar la bala en el minuto 42. Esa bala llevaba el 10 de quien apareció de la nada desde atrás, quedando solo ante un Galli que tan solo pudo contemplar en primera línea cómo el sensacional futbolista de tan solo 1,65 m de altura lo batía mediante una exquisita vaselina con la testa. Estallaba San Paolo con su ídolo, que nuevamente lo había hecho.
Tres minutos después, nuevamente el pelusa volvió a aparecer. Después de que a Baresi se le atragantase un balón largo y su posterior bote del saque del arquero rival, apareció el astro argentino para castigar el error del zaguero y habilitar a su mejor socio, Careca, para que este estableciese el 2-0 con el que se llegaría al descanso. Jarro de agua fría para un Milan a medio gas, que tuvo la mala suerte de encontrarse con una leyenda de lo más lúcida.
Lejos de mejorar, la reanudación no sentó del todo bien a los visitantes. De nuevo la defensa adelantada volvió a jugarle una mala pasada al equipo de Sacchi. Lejos de perdonar, la escadra dirigida por Ottavio Bianchi volvió a vacunar con el tercer gol a su rival. Aunque pudo evitar el gol de Careca, el meta Rossoneri no pudo hacer nada ante un Francini que, más listo que nadie, ganó el rechace en el segundo palo, dejando el partido prácticamente sentenciado en el minuto 48. Eso sí, escasos minutos después hizo una de las paradas de la liga, negándole el 4-0 a Careca con una espectacular respuesta al potente disparo del brasileño.
Cuando el encuentro llegó a la hora de juego los rojinegros tuvieron la ocasión de recortar distancias mediante un mano a mano. Para desgracia de ellos, Giuliani volvió a vestirse de héroe, rechazando un gran remate “a bocajarro”. Fue en el 65’ cuando la suerte les sonrió, gracias al penalti convertido por Pietro Vidris. Volvía la esperanza por puntuar al entorno rossoneri. Sin embargo, su reincidencia con la defensa adelantada les volvió a costar muy caro. Esta vez fue Careca quien recibió en largo, condujo y pisó área rival, donde no tuvo el menor impedimento para vencer nuevamente a un más que vendido Galli. Llegaba así el 4-1 definitivo, completando también su doblete particular.
Aunque la Liga terminó llevándosela el Inter, el partido quedó para la posteridad en una temporada de ensueño para los partenopeos. Además del subcampeonato liguero, el equipo comandado por Maradona consiguió conquistar la UEFA(ahora llamada Europa League) en unos años cuyo prestigio era aún mayor. Por otro lado, la derrota no aniquiló a los de Milán. A final de temporada se hicieron con su tercera Copa de Europa, derrotando en la final al Steaua de Bucarest. No obstante, el recuerdo de caer por 4-1 ante el Napoli en el que es considerado uno de los mejores partidos de la historia siempre les perseguirá.