El Derry City abandonó su verdadero territorio para formar parte de la República de Irlanda, tras unos cuantos altercados con la federación
El Derry City es uno de esos clubes que derrochan carisma, por su interesante historia. Para ponernos todos en contexto, esta historia se remonta bastantes años atrás, con el famoso conflicto por la independencia de Irlanda. Reino Unido se quedó en 1937 sin una parte de la isla de Irlanda, pues los del Norte decidieron seguir bajo la tutela de Reino Unido.
Así pues, los irlandeses tendrían dos territorios diferentes: uno totalmente independiente y otro bajo soberanía. Obviamente, todo esto generó ciertas revueltas dentro de Irlanda del Norte, lugar dónde podemos encontrar a dos grandes grupos: los unionistas (fieles a continuar en Reino Unido) y los republicanistas (buscan salir de esa soberanía para unirse a Irlanda). Las fuertes tensiones duraron desde 1968 hasta 1998, con unos enfrentamientos bastante intensos, denominados “The Troubles” (los problemas en español).
Es probable que te preguntes por qué te estoy contando esto, si poco o nada tiene que ver con el fútbol, de momento. El Derry City era un equipo integrado en Irlanda del Norte, lo lógico, pues Derry está dentro del territorio. No obstante, lo importante llega con sus aficionados, los cuales, en su gran mayoría, son nacionalistas irlandeses que quieren unirse a la República de Irlanda.
La ideología de la afición generó muchos conflictos con los demás equipos de la zona, por ser en gran parte unionistas. Sin embargo, la palma se la llevó la Copa de Europa de 1966, cuando el Derry jugó contra el Anderletch de Bélgica. Pues bien, el partido de vuelta no se pudo llegar a disputar, porque la federación dijo que el estadio de Brandywell estaba en una zona demasiado conflictiva.
Al Derry City les obligaron a jugar sus partidos en Coraline, una ciudad situada a 30 millas de Derry. La federación realizó este movimiento por una simple razón, hacer que los aficionados republicanistas tuvieran más difícil animar a su equipo. Claramente, esto no gustó nada al Derry, que alegaba que todo era por motivos sectarios. Sea como sea, los aficionados no pudieron ir a ver al equipo y el club redujo mucho su venta de entradas.
Ante esa situación tan desesperante, los directivos del Derry le pidieron a la federación regresar a su quiero estadio. Pero éstos no estaban muy por la labor, no querían más enfrentamientos. Visto que no había nada más que se pudiera hacer, el Derry City renunció a la liga de Irlanda del Norte y se mantuvo inactivo por 13 años, sin jugar fútbol profesional.
No obstante, nadie se dio por vencido y se solicitaron multitud de peticiones para retornar a Brandywell, y así incorporarse a la liga. Pero la federación seguía en su plan, no les permitía volver. Finalmente, el Derry cortó por lo sano, cansados de tantas negativas tomaron la decisión más extrema, abandonar la liga de Irlanda del Norte para irse a la vecina.
En 1985 fueron admitidos en la liga, tras la aceptación de la FIFA, que dio el visto bueno. Desde entonces, el Derry lleva compitiendo en las distintas divisiones de Irlanda, levantando 2 ligas. Las cosas habían mejorado, por fin el club estaba en marcha, y sus aficionados se sentían como en casa, reforzando ese sentimiento republicanista. Sin embargo, a principios de los 2000, el equipo atravesó una dura situación económica.
Los aficionados fueron los héroes y salvadores de su club, los cuales se resignaron a dejarlo morir. Precisamente, sus aficionados son el alma del equipo, uno de los clubes de la liga Irlandesa que más masa de aficionados mueve. Aunque no todo es bonito para los de Derry, pues entre sus hinchas existe un grupo de unionistas que tienen ciertas tensiones con los demás aficionados. Un recuerdo de esas peleas del pasado.
Si sabes algo sobre fútbol británico, te habrás dado cuenta que, en parte, es una historia similar a la del Celtic y el Rangers escoceses. Unos conflictos totalmente ideológicos y religiosos que poco tienen que ver con el deporte, pero que generan estas anécdotas tan impactantes.
Derry City no es un equipo cualquiera, ni una ciudad común. Sus habitantes y aficionados no tuvieron ninguna vergüenza de mostrarse cómo eran. La federación intentó destruir su equipo, pero con mucha humildad y paciencia todos lograron su objetivo. Me seguirá pareciendo increíble lo que puede mover este deporte, cómo el fútbol hizo que una ciudad avivara su ideología. Deporte, política y religión no se deben juntar, pero el Derry City pecó de todo aquello, un buen grupo de rebeldes sin duda.