En 1985, en Heysel (Bélgica), el fútbol vivió uno de sus momentos más oscuros y decepcionantes, un partido que a pesar de 39 muertes acabó por seguir su curso
Heysel siempre será el escenario del crimen más atroz cometido por el fútbol. El césped del cual jamás se podrán limpiar las manchas de sangre y vergüenza que se derramaron aquel 29 de mayo del 85. El partido lo tenía todo para convertirse en el mayor acto deportivo del año 1985. Sin Mundial o Eurocopa, los ojos del mundo del fútbol estaban puestos en Bélgica, para despedir así la temporada. El final de la misma tuvo un final muy amargo.
El contexto era estelar. Se enfrentaban la Juventus de Turín y el Liverpool, los dos mejores equipos del momento a ojos de cualquier aficionado. Los primeros habían sido campeones de la Recopa de Europa el año anterior, con el cartel de imbatidos, además de que la mayoría de la plantilla italiana campeona del mundo en 1982 formaba parte de la escuadra bianconera, lo que sin duda daba un extra de interés a lo que pasaba en el terreno de juego.
Por su lado, los ingleses eran vigentes campeones de la competición. Los ‘reds’ se coronaron reyes de Europa la pasada campaña con un plantel cuanto menos icónico: Kenny Dalglish, Ian Rush, Michael Robinson, Phil Neal… Su once inicial fue muy parecido al utilizado un año atrás, pero el rival era mucho más fuerte en esta ocasión. Cabrini, Scirea, Prandelli, Tardelli o Paolo Rossi eran las mayores figuras de una ‘Vecchia Signora’ capitaneada por Michel Platini. El francés era el mejor jugador del mundo por aquel entonces, reconocido con el Balón de Oro por segundo año consecutivo antes de recibir el tercer distintivo ese mismo año.
Encuentro de escuelas
Era un choque por todo lo alto. Principalmente, este duelo representó la contraposición de los dos estilos más reconocibles hasta entonces: el juego físico inglés contra la defensa italiana. El segundo estaba llamado a dominar el planeta, tal y como más tarde se demostró. Sin embargo, todo aquel revuelo en torno al partido del año se vio esfumado una hora antes del partido. El inicio del mismo estaba programado para las 20:00 horas, pero 60 minutos antes del comienzo algo agitó las gradas. Eran los hooligans. No fue la primera ni última vez que los alocados aficionados ingleses provocan altercados mortales, aunque este en especial fue el que desencadenó el principio de su persecución. Cabe recordar que apenas dos semanas atrás se produjo la Tragedia de Valley Parade, en la que murieron 56 aficionados en un encuentro de la Football League Third Division, la tercera inglesa.
El estadio estaba al completo. Dentro de él, 60.000 aficionados, 25.000 por cada equipo. Cuando los alborotados hinchas británicos empezaron a lanzar objetos contra los transalpinos, estos cayeron en el pánico más absoluto y fatídico. Los ingleses se abalanzaron contra la afición rival, que acabó por verse sepultada tras una avalancha terrible en una de las zonas sin asientos del estadio. Las medidas de seguridad del estadio tan solo pudieron evitar mayores altercados, dejando a su suerte a cientos de aficionados que luchaban por no morir asfixiados. El resultado fue que las gradas de Heysel se convirtieron en el ataúd de 39 aficionados (gran parte de ellos de la Juventus), la mayoría de ellos fallecidos por asfixia o aplastamiento.
Por increíble que parezca, el partido no fue suspendido, sino que fue aplazado durante apenas una hora. Tras esto, los capitanes de los equipos emitieron vía megafonía un mensaje al graderío intentando calmar los ánimos, pero ya era demasiado tarde. Ambos conjuntos tuvieron que ver durante varios minutos de juego cómo las ambulancias aún transportaban cadáveres y heridos en las ambulancias. El partido se vio eclipsado por el acto delictivo más sonado en la historia del fútbol.
Un protagonista eclipsado
Se hace difícil hacer al balón protagonista de lo que ocurrió aquella tarde. El Liverpool fue preso de la culpa por tener a tan deplorables aficionados aclamando a favor de su victoria. Los juventinos se acabaron haciendo con el partido, por medio de un penalti ejecutado por Michel Platini. Ningún jugador se pronunció a favor de suspender el encuentro, nadie evitó que el balón acaparase los focos. Al fin y al cabo, la Juventus era favorita, tras haber batido en enero al mismo equipo de Merseyside en la Supercopa. Los italianos se llevaron su primera Copa de Europa aquella tarde. Con un resultado de 1-0 levantaron por primera de dos veces el trofeo, aunque en un contexto vergonzoso por su oportunismo ante el ‘shock’ de todo el mundo.
Las consecuencias fueron muy drásticas, acorde a la magnitud de lo acontecido. No le tembló la mano a la UEFA, que sancionó por 5 años a cualquier club inglés sin poder participar en competiciones continentales. El Liverpool recibió el doble de aquel castigo, aunque años más tarde este fue reducido y al sexto año ya estaban exentos. Por otro lado, el estadio de Heysel fue clausurado, hasta que fue demolido y reconstruido. Actualmente es conocido como el Estadio Rey Balduino, recinto que acoge los partidos de la selección belga.
A su vez, también provocó el estancamiento de un fútbol tan poderoso como el británico, y es que su clubes habían ganado un total 7 Copas de Europa de las últimas 8 disputadas, repartidas entre Liverpool (4), Nottingham Forest (2) y Aston Villa. Los hooligans fueron criminalizados por uno de los episodios más negros de la historia de este noble deporte, la conocida como ‘Tragedia de Heysel’.