El estadio del club pepinero celebró su aniversario el pasado domingo 14 de febrero
El Leganés ganó al Albacete por un contundente 3-1 el domingo pasado. No fue una victoria como cualquier otra. El Lega había ganado en casa el mismo día en el que el Estadio Municipal Butarque cumplía 23 años. Es cuanto menos curioso que fuera un 14 de febrero, el día de los enamorados. Muchas veces el amor conduce a la locura… y es una pena que el estadio no se pudiera llenar en el día de su cumpleaños con 12.454 locos ocupando su asiento para ver al equipo que aman, para ver a su Lega.
Si el estadio hablara nos contaría multitud de historias que han ocurrido ahí dentro en sus 23 años de vida. Batallas ganadas y batallas perdidas. Momentos felices y momentos de tristeza. Y presumiría orgulloso de ser el único estadio de la historia del club que ha visto al Leganés en Primera.
Butarque cogió el relevo del Estadio Luis Rodríguez de Miguel, un escenario que ya no existe y que ha sido sustituido por la actual Plaza Mayor de la ciudad. Sin embargo, aún perdura su espíritu y un recuerdo material: una placa que nos recuerda que donde ahora hay una plaza, antes había un terreno de juego donde jugaban once leones vestidos de blanquiazul que fueron capaces de llevar al club a Segunda División allá por 1993. Porque sí, el Leganés tiene mucha historia, pero una historia en minúsculas, sin grandes títulos ni importantes reconocimientos. La historia de un equipo humilde, de pueblo, que probó el barro de mil formas distintas para acabar tocando el cielo en Primera División.
El destino quiso que el ascenso más importante de la historia del Lega llegara lejos, en Miranda del Ebro, pero eso no le privó a Butarque de vivir cuatro años en la máxima categoría del fútbol español. El equipo tocó el cielo durante esas cuatro temporadas de estancia en Primera mientras este estadio seguía siendo una postal. Y es que si juntamos los conceptos «cielo» y «fútbol» nos salen los atardeceres que nos regala Butarque día tras día.
No todo fueron momentos felices. En estos 23 años, el estadio ha vivido un descenso a Segunda B y ha visto como el club estuvo cerca de desaparecer. Momentos duros que supieron solventar los nuevos dueños y que se convirtieron en euforia con los dos ascensos en cuatro años tras la llegada de Asier Garitano. Ahora vive la segunda etapa del técnico de Bergara.
Entre esas gradas vacías juega ahora un Lega con una mentalidad muy diferente a la de hace 23 años. La garra y el sacrificio siguen intactos, pero la mentalidad es de un equipo mucho más poderoso. Antes se luchaba por ascender y consolidarse en Segunda y ahora no ascender a Primera sería una decepción. Y es que el Leganés ha crecido de la mano de su estadio. Mientras el Lega se consolidaba en Primera, Butarque se iba vistiendo más de gala. El aforo aumentó tras construir las nuevas primeras filas, los nuevos palcos VIP le dieron un toque de estadio grande y la reforma exterior hizo que se viera mucho más bonito e imponente en lo alto de esa colina en la que está asentado.
Se puede decir sin ningún reparo que es el estadio más importante de la historia del club. Se celebró un aniversario agridulce: con victoria, pero sin las más de 12.000 almas empujando al equipo desde las gradas en un día tan especial. En su lugar reinaba un silencio que se rompía con cada golpeo del balón. Butarque y su gente se echan de menos.