Rijkaard, el holandés que pasó de los escalones del Olimpo al infierno de Dante en un abrir y cerrar de ojos
El holandés llegó tras una guerra que azotaba el FC Barcelona. Una etapa gris, sin brillo. El club merodeaba sin rumbo esperando que alguien cogiese los mandos en busca de un puerto. Mientras tanto, dos capitanes peleaban por dirigir un barco sin rumbo que finalmente pondría a flote Laporta.
Laporta llegó de la mano de su gran apuesta, Ronaldinho, el brasileño fue tentado por muchos, pero escogió el Barcelona para continuar su viaje pese al mal momento del equipo. Además, el nuevo presidente de la entidad, rediseñó la nave de la mano del mejor arquitecto posible, Johan Cruyff, una nave capaz de llegar a cualquier puerto.
De la mano de este arquitecto llegó Rijkaard, quien llevaría a cabo al diseño de esa nueva embarcación. Rijkaard al principio tuvo problemas para llevar a cabo sus ideas. Pues su esquema no favorecía que el navío tomase buen rumbo, y tras un año de pruebas rozó la gloria.
Arrancó una nueva temporada y subieron al barco nuevos tripulantes como Eto’o y Deco, quiénes se sumaron a un proyecto que comenzaría poco a poco a dar sus frutos arrebatando a un grande como el Real Madrid la liga. Pero el Barcelona quería más y no se conformaban con eso, por lo que emprendieron rumbo al tesoro más preciado, la Champions.
Llega el verano de 2005 y un joven grumete llamado Leo Messi deja boquiabierta a toda la tripulación. Aquel año por fin el barco estaba listo para zarpar, con la mejor tripulación posible. Viento en popa camino al objetivo marcado.
Como peces en el agua, surcaron mares y océanos sin dañar la cubierta, y saliendo victoriosos de duras batallas contra el Real Madrid o el Chelsea. Pero quedaba una dura tormenta aún por superar para poder llegar a la tierra prometida, el Milan de Ancelotti, el cual consiguieron tumbar firmando una gesta heroica.
La bajada al infierno
Rijkaard había llegado al Olimpo del fútbol, coronándose como ya hizo como jugador, campeón de la Champions. Ahora bien, tocaba seguir remando, pues en el horizonte se avistaba una tormenta que el holandés no anticipaba. El casco de la nave comenzaba a resquebrajarse y la tensión aumentaba en la tripulación.
Eto’o, criticado por muchos, se convirtió en una pieza clave del esquema. Y entonces, cuando parecía que tomaba el mando del fútbol mundial, una lesión le obligó a apartarse del grupo, algo que hizo que la máquina no trabajase como lo había hecho hasta ese momento.
La tormenta comenzaba a llegar y las primeras gotas de lluvia azotaban la proa de la nave blaugrana. Ronaldinho acusaba la edad y su rendimiento comenzaba a bajar pese a algunos destellos. Rijkaard no supo ver que la tempestad estaba encima suya hasta que la primera ola de realidad chocó en su rostro.
El técnico sufrió un duro achaque y la nave quedó descompuesta. Los tripulantes no sabían como reaccionar, Frank no encotraba el faro que le guiase de nuevo al éxito y la embarcación se hundía. Dos años navegando a la deriva donde sufrieron duros golpes por parte de los blancos y en los cuales la brújula solo señalaba el sud.
Finalmente Rijkaard desfiló por la pasarela que terminaría con su destitución y con una caída al vacío. Una caída similar a la que describía Dante. Un tropiezo que le llevó del gran Olimpo de los dioses a bajar, uno a uno, los anillos del infierno. Recordando su carrera como una epopeya. Como una “Divina Comedia”.
