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ForEver Banega

Ever Banega se ha despedido del ‘Equipo de su vida’ ganando otro título y convirtiéndose así, en historia del Sevilla FC

Llegó el final. Llegaron los últimos 90 minutos. Llegó ese día en el que Don Ever Maximiliano David Banega Hernández vistió la camiseta del Sevilla FC por última vez. Ever, advirtió que quería irse tocando la gloria, tocando plata. ¿Y que ha pasado? Pues que Banega se ha ido alzando al cielo la sexta Europa League de la historia del Sevilla Fútbol Club. El destino es caprichoso, y sevillista. Ni siquiera el mismo destino pudo privar a Ever de levantar otro trofeo al cielo de Colonia, junto a su amigo Jesús Navas. Obviamente es una noche mágica para todo el sevillismo, pero siempre se recordará este triunfo ante todo un Inter de Milán como el adiós de Banega. Toda la hinchada, la más loca y temida, la de Nervión, te está eternamente agradecido por dejar ver tu clase sobre el césped del Ramón Sánchez Pizjuán.

La quería más que nadie. Se quería ir volviendo a tocar plata. Y cuando un jugador de la calidad de Ever quiere algo… Lo tiene que conseguir. Después de ganar dos Europa League con el MVP de una incluido, quería el hat-trick, y Ever lo ha conseguido. Ha llenado los corazones sevillistas con una masterclass de fútbol (otra más) de alegría. Les ha hecho volver a sentirse campeones. Los corazones sevillistas le están agradecidos por su enorme compromiso.

Porque con un contrato firmado con otro club, él intentó por tierra, mar y aire que le dejasen disfrutar del Sevilla dos meses más. Un compromiso enorme porque ha jugado en posiciones en las que no brillaba tanto por las necesidades de la plantilla. Porque no dejaba indiferente a nadie en ni un solo choque. Porque si alguien dudaba de él, se sacaba una genialidad de sus botas para decirle que calladito estaba más guapo. Ahora, los aficionados del Al Shabab van a disfrutar de un auténtico mago y tendrán que pasar muchos años para que en la ciudad más bonita del mundo se vuelva a ver un jugador con tantísima calidad como la que tiene el rosarino.

¿Qué se va?

Porque se va la magia. Se va el talento puro que gana partidos solo. Sin ir más lejos, San Mamés o Roma; partidos llenos de dulzura por las botas del ‘10’. Se van las caricias al balón de esas que llevan mensajes para los remitentes, así como: “Toma, meteló”. Se va el carisma. Adiós a las botas negras y las muñequeras blancas. Se van los centros que van con música, como el que Ocampos remató para llevar al Sevilla a otra semifinal. Se van los regates en media baldosa, las ‘croquetas’, como marca de la casa. También los preciosos caños para salir de la presión rival. Los taconazos mágicos.

Los controles espectaculares con el pecho, con la zurda, con la diestra… Se va el liderazgo. Se va ese jugador que cuando se acerca a cualquiera de las cuatro esquinas del Ramón Sánchez Pizjuán para sacar un córner, levanta a todo el sector de la grada y hace sonar los aplausos y los ánimos. Ya no se volverá a escuchar el “Oe, oe, oe, oe… Ever, Ever”. Porque después de 239 partidos, 28 goles, 37 asistencias, mucha magia y 3 títulos, se va el mejor centrocampista de la historia del Sevilla FC.

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