Llegó como un héroe, pero se marchó por la puerta de atrás, fútbol, drogas, presión y gloria es lo que vivió Maradona en sus mejores años sobre el césped
Si hablamos de Maradona, también hablamos de su idilio en Nápoles. Todos conocemos la figura del Pelusa, y al menos en España se le recuerda por sus Mundiales y esa efímera etapa como blaugrana. Aun así lo mejor de este personaje son los años que estuvo en la ciudad italiana. Allí vivió de todo y llegó a su mejor nivel futbolístico. Esta es una historia complicada de contar, llena de detalles que no se pueden pasar por alto. El cómo alguien llegó siendo ya una estrella, pero acabó siendo un Dios.
Una etapa fructífera como blaugrana
Todo empezaba en verano de 1984. De hecho empezaba antes. Pongámonos en contexto. Una de las mayores joyas del fútbol argentino llega a Europa. Concretamente a la ciudad condal para vestir de azulgrana. El Barcelona se hacía con toda una estrella. Diego Armando Maradona llegaba a can Barça para hacer historia, pero la cosa no fue como se esperaba. Fueron dos años marcados por una hepatitis y por la entrada de Goikoetxea que le dejaron mucho tiempo fuera del campo.
Aun así Maradona demostró al Camp Nou su calidad con el balón, pero al mismo tiempo también tuvo muchos problemas con el presidente Núñez debido a su alocada vida privada, por lo que cuando llegó la oferta del Nápoles, no dudaron en aceptarla. No solo eso, Maradona protagonizó una famosa batalla campal ante el Athletic en la final de la Copa del Rey, por lo que sería sancionado por tres meses. La indisciplina manchó la etapa del Pelusa en un Barça que se encontraba en unos años complicados futbolísticamente, a años luz del su máximo rival.
Con el Nápoles empieza todo
El Nápoles llamó a la puerta del argentino. El club italiano pagó unos 7 millones por él de forma sorprendente. El club más pobre de Italia estaba fichando al jugador más caro de la historia. Así fue como Maradona, negociando a la espalda de la directiva, llegaba sin saberlo a un equipo que luchaba por no bajar de categoría y que era despreciado por los grandes clubes del norte del país. Ya no solo el club, sino que toda la ciudad, debido a la alta tasa de pobreza. Maradona nada más llegar vio en Nápoles a su vieja Villa Fiorito, una de las zonas más pobres de Buenos Aires, donde él creció. Entró rápidamente en sintonía con la ciudad italiana, y más cuando fue recibido en el estadio de San Paolo por 85.000 aficionados napolitanos.
Aun así su llegada no estuvo exenta de polémica. La primera pregunta que recibió en su presentación fue si conocía la existencia de la Camorra (la mafia de Nápoles) y su influencia dentro el mundo del fútbol italiano. Esa pregunta no gustó nada al presidente Corrado Ferlandio, quien expulsó al periodista de la sala. Pese a ese pequeño imprevisto, Maradona saltaba al campo justo después para recibir las miles de ovaciones de su nueva afición. Empezaba la bonita historia de amor entre Nápoles y Maradona, que acabaría de forma trágica.
La primera temporada de Maradona no fue fácil. El equipo sacó muy malos resultados en la primera vuelta, y Maradona no consiguió adaptarse a ese futbol tan físico y defensivo, pero fue justo tras las vacaciones de Navidad, que el astro argentino tiró del equipo con 14 goles para dejarlo en la octava posición. Justamente en ese primer año, de forma paralela al fútbol, Maradona entraba en contacto con el clan Giuliano, la familia más influyente de la ciudad. Carmine Giuliano le ofrecía protección. Volviendo al fútbol, en la segunda temporada, la 85/86, ese mediocre Nápoles sorprendería quedando en la tercera posición. El cuadro demostraba tener ambición, pero eso solo era el inicio.
El Mundial y el primer Scudetto del Nápoles
En cuanto a Maradona, tras un buen curso en la liga italiana, tocaba prepararse para el Mundial de México. 1986 sería un año donde nuestro protagonista conseguiría hacer historia. Antes pero, protagonizó uno de sus primeros grandes escándalos en el país transalpino. El noviazgo de Maradona y Claudia Villafañe era más que público, pero en sus excursiones nocturnas, conoció a Cristiana Sinagra, que tras unos seis meses de amistad, anunció públicamente que esperaba un hijo de Maradona. Su imagen pública dio mucho que hablar antes de una de las grandes citas del fútbol. Diego juraba que no había hecho nada de eso, pero aun así se vio obligado a pagar una pensión para ese hijo ilegitimo tras investigar el caso años después.
Más allá de eso, nada perturbaba a un Maradona centrado en darle esa Copa del Mundo a Argentina. Y así fue como lo conseguiría, dejando actuaciones históricas, como el partido ante la Inglaterra de Bobby Robsson, donde marcó el doblete de la mano de Dios y del mejor gol de la historia. Diego se convertía en un mito para Argentina, que se pasó todo el verano celebrando el triunfo, pero lo bueno estaba por llegar. Diego, erigido como uno el mejor jugador del mundo daría a ese Nápoles su primer Scudetto y la tercera Copa de Italia. San Paolo explotaba con su ídolo al frente de uno de los grandes equipos del momento.
Maradona lo es todo
Si el Nápoles ganaba, era gracias a Maradona. Se estaba convirtiendo en todo un mito. Incluso tanto que apenas conseguía momentos de tranquilidad en su vida privada, siempre marcada por las fiestas. Mientras su amistad con Giuliano iba creciendo, sobre el césped el Nápoles seguía ganando. El delantero brasileño Careca hizo aumentar el nivel ofensivo del equipo. La Fórmula MaGiCa (Maradona, Giordano y el mismo Careca) daban mucho espectáculo a San Paolo, que se quedó a nada de ver como el Nápoles levantaba su segundo título liguero.
En la temporada 1988/89, el equipo volvería a quedar en la segunda posición, pero esta vez brillarían en Europa, y serian campeones de la Copa de la UEFA tras ganar al VfB Stuttgart. Otro título histórico que se sumaba al Scudetto y a la Supercopa de Italia de la temporada de 1989/1990. Maradona era más que un Dios, había llevado al Nápoles a la gloria, pero en el fondo era alguien corriente, con sus límites, y esa vida tan expuesta y con tanta presión le estaba afectando negativamente. Solo podía desconectar los domingos de partido, por lo que digamos que sus escapadas nocturnas también suponían un alivio.
Un Maradona aparentemente maduro, con una familia creada, pero que detrás estaba enganchado a la cocaína. Era un secreto a voces su adicción, pero des del Nápoles le permitían todo mientras él marcase goles. Eso sí, poco a poco se evidenciaba una debacle. Y entonces llegó el Mundial de 1990, justamente en Italia, donde el Pelusa volvió a hacer de las suyas. Su Argentina no llegaba con muchas expectativas, pero consiguieron superar la fase de grupos, y ganar a Brasil y Yugoslavia para acabar jugando las semifinales justamente contra el combinado anfitrión. La Selección “Azzurri” era una de las principales favoritas para llevarse el torneo, con grandes nombres en la plantilla, pero el factor campo, aunque pudiera parecer mentira, estaba a favor de los argentinos. San Paolo, la meca del Nápoles de Maradona, albergaba ese encuentro.
El adiós del Dios
Antes de esa semifinal, Maradona calentaba el ambiente pidiendo el aliento de todo napolitano. Diego había visto con sus propios ojos el desprecio de toda Italia hacia su querida Nápoles. En el norte les llamaban “terrones” (paletos) y quería dedicarles la victoria con la albiceleste. Y así fue como el estadio de San Paolo tenia ante su césped un partido con mucha tensión, que acabó llegando a los penaltis. Maradona marcó el cuarto gol, y Goycoechea bajo palos daba el triunfo a los suyos. La furia en Italia se desató con un Maradona que trató de dividirles, y la final en Roma se convirtió en un infierno.
La final frente a Alemania fue todo un calvario. Pitos ensordecedores hacia el himno argentino, la cámara enfocando a Maradona diciendo “hijos de putas, hijos de puta” y una derrota por 1-0 en un partido muy feo. Los lloros de Maradona quedaron en la retina de toda Italia, y la relación con su Nápoles se rompió. Diego y Ferlandio se daban la espalda, mientras se acusaba al argentino en la famosa Operación China por unas llamadas pidiendo prostitutas a los Giuliano. La mafia dejó de estar del lado del argentino, y poco después además daría positivo en un control de drogas. Nada más conocerse la sanción de 15 meses, Diego hacia las maletas para terminar de forma amarga su vínculo con Nápoles. Y como bien dijo él: “En Nápoles me recibieron 85.000 personas. Y me fui solo”.
Pese a esa salida por la puerta de atrás, ya sabemos lo que supone Maradona para la ciudad. Es todo un Dios, y si le preguntas a cualquier napolitano quién el mejor jugador de la historia, no va a dudar en nombrar al argentino. Y aquí una pregunta muy típica, pero a la vez muy difícil de responder. ¿Qué hubiera pasado si Maradona no hubiese vivido de forma tan alocada? La respuesta podría ser obvia, pero entonces, ¿cuál sería la esencia de Maradona sin esa vida? Lo que está claro es que se trata de uno de los grandes nombres del mundo del fútbol, porque quizá su vida fuera del campo ha quedado muy manchada, pero nos maravilló con el balón como nadie.