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Memorias tenísticas: el primer Roland Garros de Nadal

Un principiante Rafael Nadal, ganaba su primer Roland Garros en el año 2005 frente al argentino Puerta, el primero de los 13 que ha conseguido hasta la fecha

Siempre hay una primera vez para todo en la vida, siempre hay un inicio en todo, una vez en que somos principiantes. Para Nadal, esa primera vez, se dio en junio de 2005– una fecha que a buen seguro tiene grabada a fuego en su memoria por lo que significó- al ganar el primer Grand Slam de su carrera.

El escenario no pudo ser mejor: debutante en el torneo de Roland Garros– el más codiciado en el Tenis- con 18 años y ganador ante el argentino Mariano Puerta. 1 de 1. A partir de ese momento empezaría una historia de amor entre el manacorí y la Copa de los Mosqueteros, que sigue vigente en la actualidad con su decimotercer entorchado en el torneo.

¿Cómo llegaba Nadal a su primer Roland Garros?

Rafael Nadal se presentaba en París con tan solo un año de carrera profesional a sus espaldas. Había debutado el año anterior, en 2004, con 17 años y demostrando ya sus buenos dotes para el deporte de la raqueta, siendo fundamental en la conquista de la Copa Davis de ese mismo período. Es su primera gran conquista y donde se da a conocer por primera vez ante el gran público. Además, en el 2004, también derrotaría al suizo Roger Federer, el cual ya era el número 1 del mundo, en su primer enfrentamiento oficial, que tuvo lugar en el Masters 1000 de Miami. Cierra el año con un balance de 30-17, incluyendo la participación en 2 Majors.

Así pues, 2005 es la temporada de su consagración definitiva. Con 18 años, se marca un año espectacular. Empieza en enero participando en el primer Grand Slam de ese año, el Open de Australia- su única conquista hasta la fecha de este torneo, se produjo en el 2009- donde cae en cuarta ronda ante el australiano Lleyton Hewitt, en un partido que duró 5 sets.

A pesar de esta derrota, no se desmoralizaría y cosecharía sus primeras dos victorias importantes, las de los Masters de Montecarlo y Roma, respectivamente y ambas frente al mismo rival, el argentino Guillermo Coria. La final de Roma fue una buena muestra de lo que sería Rafael Nadal durante toda su carrera: un jugador súper competitivo y con una fortaleza mental y física fuera de series, pues fue capaz de resistir las más de 5 horas y 5 sets que duró el duelo en la capital de Italia, para terminar ganándolo por 6-4, 3-6, 6-3, 4-6 y 7-6.

La hora de la verdad

En mayo de 2005, daría el salto de promesa a realidad con la conquista del título de París con 19 años recién cumplidos. Destacaban como cabezas de serie los favoritos del torneo: Roger Federer, Carlos Moyá, Tommy Robredo, David Ferrer, Juan Carlos Ferrero, Feliciano López y el propio Rafa completaban el cupo de españoles a tener en cuenta, seguidos por el gran Andre Agassi– poseedor de 8 Grandes– y el también estadounidense Andy Roddick.

Los tres primeros partidos de Nadal en Roland Garros fueron inmejorables. En el primero venció al alemán Lars Burgsmüller por 6-1, 7-6 y 6-1, en el segundo al belga Xavier Malisse(6-2, 6-2 y 6-4) y en el tercero al francés Richard Gasquet (6-4,6-3 y 6-2).

El punto de inflexión se produjo en el último partido de la primera fase, ante el también tenista galo Sebastien Grosjean en la segunda manga. La cosa es que el mallorquín se había llevado el primer set por 6-4 y eso pareció no gustarle al público francés presente en el estadio porque empezó a pitar al árbitro y a desestabilizar al tenista teóricamente más débil, a Rafa. Los espectadores, un tanto rencorosos por la victoria de Nadal ante Gasquet, parecían resignados a que él se convirtiera nuevamente en verdugo de otro francés. El escándalo empezó, cuando en el último punto del primer juego de la segunda manga, Grosjean reclamó una bola que el árbitro se negó a ir a mirar y la pista central estalló.

El conflicto en sí

La cosa fue que el galo aprovechó el contexto para intentar desestabilizar a Rafa, mediante elementos ajenos al juego como tal. Y es que algo que parecía una jugada sin más, se torno en hostilidad para el balear. Todo vino por un drive que había pegado el manacorí junto a la línea y que Grosjean se quedó mirando, creyendo que la pelota no había entrado. En el golpe siguiente, el español ganó el punto y entonces el juez de silla, el argentino Damián Steiner, decretó punto y juego para él. El segundo set empezaba 1-0. Eso fue la gota que colmó el vaso.

A pesar de que el punto ya había pasado, el francés seguía enrocado, seguía en sus trece y se quedó un largo rato mirando la marca que deja la pelota al botar, ya que al ser tierra batida, esta, se percibe mucho mejor que en cualquier otra superficie. El tenista consideró que tenía que pedirle al árbitro que bajara a mirarla y que decretara un nuevo veredicto. Sin embargo, Steiner se negó de pleno, puesto que había visto la jugada perfectamente y creía que su decisión era la correcta. Total que esto, se tornó en el pretexto fantástico para Sebastien, ya que el público se puso de su parte y unas 15.000 personas empezaron a silbar al árbitro por la citada jugada.

En estas que Grosjean, lejos de apaciguar el ambiente y pedir respeto se aprovechó de la situación para pedir nuevamente la revisión del punto y se sentó en la silla del lateral de la pista- donde descansan los tenistas después de varios juegos- con el objetivo de llamar la atención y conseguir su objetivo. El estadio, nuevamente se vino arriba y se puso más que nunca del lado de su paisano, lo que provocó, evidentemente, que Nadal se sintiera abucheado y por ende, desestabilizado. Al final el francés por medio de ‘técnicas poco’ profesionales consiguió lo que quería: que el mallorquín se bloqueara, perdiera la solidez en su juego y cediera, no solo los juegos, sino también el segundo set(3-6).

En este sentido, la lluvia se convirtió en su ángel de la guarda, aunque para cuando el partido se suspendió, él ya ganaba 3-0. Al día siguiente, se reanudaría el partido y la película evidentemente, fue totalmente distinta: Nadal se llevó los 2 sets siguientes y respiraba aliviado, estaba en cuartos de un Grand Slam por primera vez en su carrera tras vencer al polémico Grosjean por 6-4, 3-6, 6-0 y 6-3, en un ambiente caldeado y un choque surrealista. Pero a pesar de las dificultades, nada frenó a Nadal. Tras el partido afirma: “Es la primera vez que lloro por ganar un partido. No me pude contener al ver la emoción de mis familiares”.

La segunda fase

A la segunda fase, Rafael llega renovado y con ganas de más, la anterior victoria, le ha hecho madurar y está preparado para afrontar la hora de la verdad, la fase final: los cuartos, las semifinales y la final. En su andadura hacía el título le acompañan todavía, dos españoles más: David Ferrer y Tommy Robredo. También el suizo Federer, los argentinos Guillermo Cañas y Mariano Puerta, el rumano Victor Hanescu y el ruso Nikolay Davydenko.

En cuartos, Nadal se enfrenta a su amigo David Ferrer al que vence con bastante facilidad por 7-5, 6-2 y 6-0. La siguiente ronda, las semis, serían ante el número uno: el “reloj suizo” Federer, y que bien se podría considerar la final anticipada. A este último, le abalan los 4 Majors que ya tiene a sus espaldas. El mallorquín es el único español que quedaba vivo a estas alturas.

Contra el heleno, empieza como contra Grosjean: ganando el primer set (3-6) y cediendo el segundo (6-4), aunque nuevamente, terminaría imponiéndose en las dos mangas siguientes por 4-6 y 3-6. Sin ellos saberlo, empezaría, desde entonces, la que sería una rivalidad para la historia y que junto a Djokovic, conformarían el legendario Big Three. Una rivalidad histórica en la pista y una gran amistad fuera de ellas, una relación de apreció y afecto mutuos.

Llegó la hora de la verdad: la gran final

5 de junio de 2005. En la gran final Nadal se enfrentará a la otra sorpresa del campeonato, el argentino Mariano Puerta, que en la segunda fase ha sufrido bastante más que el español para llegar a la final y que lo más lejos que había llegado en un Grand Slam era hasta la segunda ronda. En cuartos y semifinales, el de Córdoba, había sufrido de lo lindo, pues ambos partidos se alargaron hasta los cinco sets.

Venció en primera instancia a otro paisano, el argentino Guillermo Cañas en un partido durísimo que se resolvió: 2-6, 6-3, 6-1, 3-6 y 4-6. En el penúltimo partido, justo antes del gran día, contra el ruso Davydenko, volvió a estar contra las cuerdas y se puede decir que sufrió incluso más que en el anterior envite: 3-6, 7-5, 6-2, 4-6 y 4-6. Nuevamente, 5 mangas y un desgaste físico acumulado tremendo, que le acabaría pasando factura en la final.

Sin embargo, a pesar de lo que podía parecer a priori, el enfrentamiento ante el argentino, no fue para nada moco de pavo. Resultó un rival muy duro de roer. Es un buen día para lucirse, pues en la grada, como espectadores de lujo, aguardan los Borbones, el rey Juan Carlos I y su mujer, la Infanta Sofía, además del futbolista Zinedine Zidane y sus familiares, entrenadores y amigos.

A pesar de que a posteriori, acabaría perdiendo la primera manga, el comienzo de Rafael Nadal es inmejorable: 3-1 a las primeras de cambio. No obstante, es cuando está a punto de adjudicarse el cuarto juego (40-15) que todo cambia. Pues de repente, Mariano Puerta pide asistencia médica porque siente unas molestias en su pierna derecha, muy probablemente, fruto del desgaste que le han ocasionado los anteriores duelos. A pesar de este hecho y para sorpresa de todos, tras vendarse la extremidad, recobra fuerzas y parece un tenista totalmente nuevo, cual ave Fénix. Después de esta tregua, no vuelve a resentirse de la parte afectada.

El encuentro se pone 5-4 para el español pero la pausa le ha dado alas al argentino, que ahora se encuentra mejor que nunca, incluso estando por debajo en el marcador, se ve con posibilidades de dar la machada. Después de que Mariano esté a punto de remontar, Nadal desperdicia dos bolas de break importantísimas. El argentino, con una reacción espectacular culmina la remontada empatando el set a 6 y lo que al inicio parecía una quimera, ahora se torna más posible que nunca, cuando contra todo pronóstico gana en el Tie Break por 8-6 y se adjudica el primer set. Da un golpe sobre la mesa y dice, aquí estoy yo.

Tocaba darle la vuelta al marcador

Ahora el que tendrá que exhibirse y mostrar poderío, tanto mental como físico es el español, quien a pesar del varapalo parece encontrarse bien en las facetas anteriormente citadas. No está incómodo en la pista y eso es lo importante. Mientras se sucede el intercambio de golpes y los sonoros gritos del de Córdoba, Toni, el tío de Nadal, parece disfrutar como un verdadero hincha del tenis, puesto que aplaude casi cada golpe, sin importarle el jugador que lo propina.

En los 2 sets siguientes, el mallorquín parece estar a la altura de la cita y su juego se caracteriza por imponer bolas largas y pesadas desde el fondo de la pista. De esta forma, consigue romper el servicio de su oponente hasta en cuatro ocasiones. Llegado el cuarto set, Puerta tiene la oportunidad de alargar más el set en el séptimo juego, pero de nuevo, Rafa ‘frota la lámpara’ y se lo impide.

Y cuando Mariano Puertas parece muerto y sin posibilidades de meterse de nuevo en el partido- están 5-4 a favor del español- en el juego número diez y después de romperle el break a Nadal- empate a 5- tiene dos puntos para llevarse la manga. Este último salva ambos. A partir de entonces, el argentino se apaga definitivamente y termina perdiendo por 7-5 tras una dura y digna batalla.

El comienzo de una leyenda

Rafa Nadal ya puede presumir de ser el octavo tenista español en conseguir un Grand Slam. Tras recibir la copa, decide morderla y sin él saberlo, ese gesto se convertirá en su seña de identidad y cada vez que conquiste un título importante repetirá el ‘ritual’. Lo que ni él se imaginaba a estas alturas, era que tendría doce entorchados más, para convertirse en el único jugador en ganar 13 veces un mismo Major. Y engrosar su palmarés hasta igualarlo con el de Roger Federer, que también dispone de un total de 20 trofeos de la máxima categoría del circuito ATP. Los dos que más tienen de la historia de este deporte.

Gana Roland Garros justo dos días después de cumplir los 19 años. No está nada mal como regalo de cumpleaños. Después de este, repetiría hasta en tres ocasiones más, de forma consecutiva, hasta 2009, en el que ya es desde hace mucho tiempo, su torneo fetiche, no en vano, tiene 13 copas iguales. Y parece que su idilio que empezó en el 2005 no tiene freno. Seguro que ganara alguno más.

Por cierto, ese mismo año lo cerró con un balance de 79-10, un registro, sólo al alcance de lo que es, una leyenda absoluta del deporte de la raqueta.

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