Álvaro Odriozola continúa con su andadura en la élite del fútbol, sin demasiada suerte
Imposible olvidarse de su debut en la Real Sociedad. Ese joven lateral donostiarra que pisaba por primera vez un campo de Primera División, saltaba a La Rosaleda con la ilusión de un niño que venía a comerse el mundo. Aquel chaval que se vestía la elástica txuriurdin y le faltaba campo para correr. Un Odriozola que se dejaba la cara por su equipo, literalmente. En casa creció, explotó, y se asentó en La Liga como uno de los mejores laterales derechos del país. Apenas temporada y media como profesional y se marchó a Rusia a disputar el Mundial con la selección, casi nada para un jugador que tuvo que adaptarse a la posición de lateral.
Sí, este extremo reconvertido a lateral dejó huella en Donostia, pero no dudó en hacer la maleta para dar el salto al Real Madrid, siguiendo los pasos de su excompañero Asier Illarramendi. Aunque dejase una gran cantidad de dinero en las arcas del cuadro vasco, su salida no sentó nada bien a la afición, ya que en más de una ocasión había expresado su deseo de triunfar en el club que le llevó a lo más alto.
A falta de oportunidades, su paso por Chamartín tuvo que ser interrumpido por un viaje express a Munich, en modo de préstamo. No obstante, su cesión en el conjunto bávaro no ha convencido al gigante alemán, por lo que tendrá que volver a la capital española. Pero, de cara al mercado veraniego, es evidente que no carecerá de pretendientes. Quizás tenga que encontrar un destino que se haga más a sus cualidades. Como lo puede ser la Premier League o cualquier otro club de las grandes ligas europeas. Lo que es evidente es que, como en casa, en ninguna parte.
